La ciudad que excluye: una mirada crítica al urbanismo sexista

La ciudad que excluye: una mirada crítica al urbanismo sexista

En la conversación sobre derechos urbanos que nos legó Lefebvre, se hablaba de la “apropiación del espacio público” como un derecho fundamental. Sin embargo, a medida que nuestras ciudades crecen y se transforman, estos espacios públicos, en teoría abiertos a todos, se llenan de obstáculos que, si bien físicos, también son sociales y simbólicos, limitando el acceso y disfrute equitativo, especialmente para las mujeres.

Sostiene Sotile que la planificación que no incorpora a las mujeres resulta ser una planificación sexista, y es aquí donde comienza el entramado de la violencia urbana. La ciudad, en su diseño, invisibiliza las necesidades de aquellas personas que asumen tareas de cuidado de niños o ancianos, las mujeres embarazadas y hasta, por razones biológicas, aquellas mujeres mayores. Simultáneamente, “la orientación perjudica la calidad de vida de todo el mundo, pero específicamente es más grave en el caso de las mujeres”, apunta Sotile, dejando claro cómo esta falta de consideración afecta desproporcionadamente a las mujeres en comparación con los hombres.

Saskia Sassen y Jane Jacobs introducen conceptos cruciales para entender esta problemática, como la percepción de seguridad urbana. Según Sotile, “mujeres cuando vamos por la calle, vamos pensando permanentemente” en decisiones que afectan su seguridad, ya sea eligiendo qué vereda tomar o de qué manera cargar objetos personales. Estos pensamientos, tan naturalizados, revelan una constante sensación de inseguridad que los hombres rara vez experimentan con la misma intensidad.

Siguiendo esta línea, Sotile critica cómo el diseño urbano se vincula excesivamente a la productividad y economía, descuidando espacios de juego y disfrute en favor de intereses comerciales, dejando ejemplos como los parques públicos, donde “para disfrutar uno tiene que pagar de mes”, denuncian la sustitución del espacio libre por áreas de consumo.

Otro aspecto crítico es la discriminación implícita en la distribución funcional y de infraestructuras de las ciudades. “Hay lugares que quedan vacíos, y de noche son intransitables”, expresa Sotile, refiriéndose a las zonas urbanas diseñadas exclusivamente con fines productivos, que después de ciertas horas carecen de seguridad o vida social activa, aumentando la sensación de inseguridad.

El fenómeno de la gentrificación, más allá de ser un desplazamiento físico, tambien se traduce en una expulsión social y cultural, donde medidas que buscan aumentar la seguridad, como la presencia policial, no son la respuesta eficaz al problema, a diferencia de generar dinámicas sociales que promuevan el uso y la apropiación de estos espacios por sus habitantes.

Las representaciones urbanas, más allá de lo visible, se convierten en espacios que promueven un modelo de exclusión al ignorar las vivencias y necesidades de los sectores más vulnerables. “La apropiación de la ciudad molesta intereses económicos”, reflexiona Sotile, advirtiendo que esta invisibilización va más allá del aspecto físico, afectando la estructura social misma.

En un llamado final, Sotile insta a la comunidad a “mirar cuáles son los obstáculos urbanos que tenemos naturalizados”, sugiriendo que cuestionar estos elementos podría evidenciar cómo la planificación urbana responde más a intereses económicos que a la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos.

Este análisis lúcido de Cristina Sotile nos ofrece un lente crítico para entender las ciudades no sólo como espacios geográficos, sino como entramados de poder y género donde las decisiones de diseño impactan profundamente en la vida cotidiana de las mujeres y otros grupos marginalizados. Sin duda, un recordatorio potente de que la planificación urbana tiene un papel vital en la promoción de la equidad y el bienestar social.