El proyecto Altos de Asamblea, como explica López Almeida, “era uno de los cuatro emprendimientos que se querían hacer en la misma manzana, el más grande de todos”. Este plan de construcción se planteó en un terreno amplio donde antiguamente se erigía una majestuosa mansión. La preocupación de los vecinos fue inmediata: “Tomamos conocimiento de estos emprendimientos y rápidamente nos organizamos, ante la alarma por todos los prejuicios que esto puede llegar a traer al barrio”.
Los residentes del barrio se unieron por varias razones. Desde el deterioro de la vista del cielo hasta la pérdida de espacios verdes, la comunidad estaba alarmada ante la inminente transformación urbana que podría afectar profundamente la calidad de vida. Analí enfatiza que las construcciones de este tipo “traen muchos problemas y ninguna solución a ninguna necesidad de la ciudad. No resuelve el problema de acceso a la vivienda de ninguna de las personas que están queriendo alquilar y no llegan por los precios imposibles, o de las personas que quieren comprar una vivienda”.
Pero más allá de las consideraciones sociales y urbanísticas, el proceso legal fue un campo de batalla crucial en el que los vecinos se involucraron activamente. “La jueza que falla a favor de esta cautelar, de hecho, destaca una irregularidad muy grande, que tiene que ver con este premio en particular”, señala López Almeida. Este caso específico se refería a una declaración jurada falsa que fue presentada por los desarrolladores para obtener el permiso de obra. Según Analí, “el gobierno de la ciudad le otorga el certificado de aptitud ambiental basándose en esta declaración jurada falsa” y, sin las inspecciones necesarias, otorga los permisos para continuar con el proyecto.
El fallo judicial que otorgó el recurso de amparo es un importante paso adelante para el colectivo, pero la lucha está lejos de acabar. “Esto está recién empezando”, dice López Almeida con optimismo cauteloso. La decisión es de primera instancia y se espera que la ciudad apele, abriendo el caso a nuevas audiencias y potenciales batallas legales. Sin embargo, el fallo establece un precedente significativo al reconocer que “de construirse, de concretarse estas torres, se pueden ver vulnerados los derechos individuales y el derecho a un ambiente sano”.
Detrás de esta victoria legal, lo que realmente resalta es la fuerza de la comunidad que se organizó frente a las dificultades. “Pudimos organizarnos, comunicarnos entre vecinos y vecinas, reconocer que había un descontento general y empezar a movilizarnos”, reflexiona Analí. La historia de los habitantes del Parque Chacabuco es un ejemplo inspirador de cómo la resistencia organizada y el conocimiento adquirido pueden cambiar el curso de las decisiones que parecían inevitables.
La historia de esta movilización también hace eco de un problema más amplio en la ciudad: la relación entre desarrolladores inmobiliarios y el gobierno. Para muchos vecinos, “esta vez se ganó por parte de los vecinos del barrio”, significando un triunfo no solo local sino también simbólico en la defensa de las comunidades y sus derechos.
A medida que el caso avanza por el sistema judicial, el colectivo no tomará descansos. “Vamos a seguir organizándonos y estando alertas”, asegura López Almeida, demostrando una dedicación inquebrantable a la protección de su hogar y entorno. La mansión, que es el epicentro de este debate, aunque no sea una construcción protegida por su antigüedad, puede todavía jugar un papel en el futuro entrega de la arquitectura y el reconocimiento social.
Los habitantes de Parque Chacabuco y su trabajo no solo presentan un desafío a las políticas del desarrollo urbano centrado en el lucro, sino que también ofrecen una lección vital sobre la importancia de poner en primer lugar a las personas y sus derechos. Su estrategia colaborativa podría inspirar a otras comunidades en similar situación a alzar sus voces y pedir responsabilidad y sostenibilidad en el crecimiento urbano.
Esta historia nos recuerda que el poder de la comunidad organizada es real y podrá seguir empujando por ciudades que reflejen y respeten las necesidades y sueños de sus habitantes. En palabras de López Almeida, “esperemos que esto siga así, que el recurso que hoy es un recurso de amparo tenga una sentencia firme en algún momento y que estas torres, este atropello a los vecinos y vecinas del Parque Chacabuco nunca se concrete”.