La Controversia del Palacio Ceci: La Lucha por la Identidad del Profesor Bartolomé Airolo

La Controversia del Palacio Ceci: La Lucha por la Identidad del Profesor Bartolomé Airolo

En el pintoresco barrio de Devoto, reside un monumento de gran significancia educativa e histórica: el Palacio Ceci. Ligado desde hace décadas a la Escuela Profesor Bartolomé Airolo, la primera institución en Argentina y en América Latina dedicada a la educación de niños sordos e hipoacúsicos, este edificio ahora es objeto de un debate acalorado. En el eje de esta controversia está el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta y su intención de transformar este símbolo educativo en una pieza central del llamado “Distrito del Vino”.

La escuela Bartolomé Airolo, con más de 100 años de historia, ha sido mucho más que un centro de formación. “Ha sido una de las primeras escuelas donde se ha gestado la lengua de señas, el idioma de los sordos, su lengua nativa”, señala Carolina, madre de uno de los alumnos de la institución. Esta comunidad educativa ha formado generaciones de estudiantes sordos, muchos de los cuales venían de todas partes del país para aprender, crecer y desarrollar una identidad en un entorno inclusivo y familiar.

El Palacio Ceci en sí ha tenido un rol significativo dentro de la escuela, albergando la dirección, secretaría, salones de música y talleres de arte. Para Carolina, el Palacio no es simplemente un lugar físico; “es la casa de mi hijo, es el lugar donde mi hijo aprendió a comunicarse, donde aprendió las primeras palabras en lengua de señas, decirme mamá te amo”.

Sin embargo, la calma tradicional de esta comunidad se vio perturbada en plena pandemia cuando, inesperadamente, el gobierno de la Ciudad anunció la “puesta en valor” del Palacio. Según Carolina, este eufemismo escondía “tramando otra cosa”. La comunidad fue confrontada con la noticia de que bajo el nuevo plan urbano del Distrito del Vino, el uso primario del Palacio cambiaría radicalmente, desafectando su uso como parte de la escuela Airolo. Aunque el gobierno aseguró que la idea del Distrito del Vino había sido descartada ante la presión pública, para Carolina y otros padres, el daño ya estaba hecho.

Una reunión reciente con el Ministro de Desarrollo Económico y Producción, José Luis Giusti, y representantes gubernamentales, no logró calmar los temores. Según Carolina, se les dejó claro que “el palacio no va a volver a educación, no va a volver a pertenecer a la escuela”. Aunque la propuesta del gobierno asegura que el Palacio sería compartido con la comunidad sorda, así como con otras áreas como la cultura y la comuna, para la comunidad educativa representa una que su presencia será diluida: “nos van a prestar un pedacito del palacio, cuando ustedes lo necesiten se los vamos a dar”.

Desde esa reunión, la comunidad se encuentra en un estado de lucha constante: “Nosotras vamos a dar pelea, que la escuela va a dar pelea, que la gente que está con nosotros en esta lucha va a seguir dando pelea”. Las asociaciones de sordos y las familias están decididas a no ceder. El Palacio Ceci, sostienen, es más que un edificio; es una parte integral de la identidad de la comunidad sorda, cargado de recuerdos y significancia social.

Los esfuerzos del gobierno para ofrecer alternativas o compensaciones han sido recibidos con escepticismo y frustración. Entre las propuestas incluidas en la reunión estuvo una oferta de trabajo para los jóvenes sordos en bodegas, basándose en el razonamiento erróneo de que “los sordos tienen el sentido de los sentidos como más desarrollados”. Esto, según Carolina, se interpreta como un intento de comprar el silencio de la comunidad: “nosotros sentimos que no es así”.

Con abrazos simbólicos al Palacio, conferencias de prensa y esfuerzos de visibilización continuos, las familias y la comunidad educativa demuestran que están preparadas para un largo camino de resistencia. “La lucha por el Palacio Ceci”, afirma Carolina, no es simplemente por un edificio, sino “por mantener viva una parte esencial de la cultura y educación de las personas sordas”.

El futuro del Palacio Ceci pende de un hilo, envuelto en un conflicto que, para quienes han encontrado en sus pasillos un refugio y un hogar, es mucho más que un simple debate sobre política inmobiliaria o desarrollo económico. Es la resistencia por un espacio que resuena con el eco de generaciones de aprendizaje y comunidad. La determinación de esta lucha, en última instancia, podría servir como un recordatorio poderoso de que algunos valores trascienden el tiempo y las propuestas políticas pasajeras.