Una secuela planeada que quedó en la intriga
La historia del primer robo es bien conocida: un grupo de ladrones logró llevarse 19 millones de dólares y 80 kilos de joyas de la sucursal Acasuso del Banco Río sin dejar rastro inmediato, lo cual generó títulos en todo el mundo y desencadenó libros, ficciones y documentales acerca de su ejecución. Sin embargo, lo que pocos saben, y que los autores sacan a la luz en su trabajo, es que la misma banda, compuesta posiblemente por los mismos integrantes pero con diferentes alias, rompió su juramento de separación y detalló un segundo golpe a la misma entidad bancaria poco tiempo después del primero. En palabras de Larosa, “había un segundo tiempo” en sus planes, dado que en el golpe inicial abrieron menos de la mitad de las cajas de seguridad del banco, quedando “300 y pico sin abrir.”
Este ingenioso plan implicaba no solo conocer el espacio físico del banco, sino también preparar una vía de escape completamente nueva. “Habíamos preparado otro túnel,” cuenta el libro haciendo eco de las declaraciones de uno de los integrantes, quien explicó que esta vez la vía de salida sería “no por algo líquido, sino por algo seco,” en un intento por burlar nuevamente a las fuerzas de seguridad y evitar la ya explorada fuga por el agua.
Personajes y dinámicas: el interior de la banda
Uno de los aspectos más cautivadores del libro es la manera en que transforma a los autores de este plan en personajes casi novelescos. Particularmente, el personaje denominado “Doc” cobra especial relevancia, siendo quien “saca del Estado Lumpen a todos,” dándole una estructura a la banda que es algo más cerebral que la típica concepción de ladrones de bancos. Este relato viene cargado de una interesante crítica al sistema carcelario de Argentina, al compararse las diferentes historias de aquellos que enfrentan las barras por delitos económicos contra quienes lo hacen por cuestiones políticas, como destacan los autores en sus entrevistas.
No es solo la precisión y creatividad del plan lo que fascina, también lo hace la dinámica dentro del grupo. Larosa conceptualiza la interacción de la banda como “un hormiguero donde cada uno cumple su rol pero no hay un jefe.” Explica que en sus entrevistas sobre el libro, era palpable que “cada uno sabía lo que tenía que hacer” sin necesidad de una jerarquía formal, una estructura que probablemente contribuyó a su éxito y capacidad de mantener el plan en secreto.
Contexto social y crítica al sistema
Más allá de contar una historia policíaca, el libro también inserta una crítica más amplia al sistema judicial y carcelario. Los autores discuten abiertamente en sus entrevistas sobre las injusticias en el trato a presos comunes y políticos, utilizando anécdotas y experiencias de los implicados para ofrecer una perspectiva crítica y reflexiva sobre el estado actual de la justicia y la seguridad en el país.
Además, a través de esta narrativa, se cuestiona la evolución del crimen en la sociedad. “Antes el ladrón robaba bancos, y la necesidad es que el ladrón robe un celular. Pero el problema es que robaban bancos sin matar a nadie, ahora después de un celular te matan,” afirma Larosa, señalando el deterioro en las normas éticas incluso entre los criminales, y por extensión, evidenciando una crítica a las respuestas de seguridad propuestas por las autoridades.
¿Una futura adaptación cinematográfica?
La estructura narrativa de “El Segundo Robo del Siglo” no solo resulta atrapante en papel, sino que también se percibe como un guion en potencia para una futura película. Este potencial cinematográfico se destila en los comentarios por parte de los críticos, quienes destacan “cosas muy cinematográficas, muy tarantinescas” dentro del libro, sugerendo que quizá podríamos ver esta historia trasladada a la pantalla grande en un futuro no tan lejano.
Así, “El Segundo Robo del Siglo” se erige no solo como una crónica de lo que pudo haber sido uno de los robos más audaces en la historia del delito, sino también como una plataforma para discusiones más amplias sobre el sistema legal, las dinámicas sociales y la interacción compleja dentro de una banda criminal. En este sentido, logra lo que quizás es el robo más grande de todos: capturar la atención y la imaginación del público.