Rómulo Macció, un nombre emblemático en el universo del arte argentino, nos ofrece un viaje a través del tiempo con una colección de sus obras de pintura y gráfica que abarcan un extenso periodo de 1957 a 2015. Bajo la curaduría de Laura Vázquez, la muestra pone en perspectiva uno de los momentos álgidos del arte nacional: la neofiguración. “Rómulo Macció fue protagonista de uno de los capítulos más importantes que es la neofiguración,” indica la curadora, destacando el rol clave que el artista desempeñó en el desarrollo de este movimiento junto a colegas como Felipe Noé, Yuno Ernesto Reyra y Jorge de la Vega.
Macció vivió y pintó en varias corrientes artísticas a lo largo de su vida, desde La Boca en Buenos Aires hasta España, Italia y Nueva York. Su residencia en el barrio porteño de La Boca estimuló la creación de paisajes que dotó de un carácter distintivo en toda su obra. En palabras de la curadora, “un lenguaje totalmente abierto y múltiple” emerge de sus penachos de pintura. La formación en publicidad de Macció, autodidacta en las artes plásticas, le proporcionó un dominio del grafismo que coloreó toda su carrera, tanto en las artes visuales como en sus trabajos de escenografía teatral.
Destacando su estilo distintivo, la exhibición hace hincapié en las superficies matéricas y la audacia gestual de Macció, elementos que formaron parte del ethos del grupo de la nueva figuración. “Incorporó un lenguaje totalmente diferente,” al destacarse por su distintiva influencia gráfica, añade Vázquez. Su paleta, rica en colores planos y potentes gamas cromáticas como los intensos amarillos y rojos, evoca su formación en publicidad y sus experiencias cosmopolitas. Así, sus obras se convierten en una suerte de diálogo entre las formas y la sensualidad, “un universo muy propio” que desafía la percepción tradicional de la belleza.
Rómulo Macció expresó una filosofía cautivadora sobre el arte: “el arte y la pintura no progresan, sino que están en el tiempo como una eternidad incrustada una dentro de otra.” Una reflexión que, sin duda, invita al espectador a apreciar sus grandes lienzos no solo por su dimensión física, sino por las capas temporales y emocionales que los habitan.
Paralela a la profundidad de Macció, la otra sala en Rutensa Cárqueda nos sumerge en el universo de Ana Gallardo, quien brinda una mirada íntimamente ligada a experiencias culturales y espirituales vividas en México. La muestra de Ana encuentra su origen en un ritual tradicional de Oaxaca y reinterpreta, desde 2009, la práctica de los “pedimentos.” “En México, las personas hacen estos pedimentos a la Virgen Milagrosa de Jukila,” comenta Gallardo sobre la fuente de inspiración para sus obras.
A través de materiales como el barro, la arcilla, la tierra y el agua, los pedimentos transforman la arcana materia en una herramienta para proyectar deseos, sueños y preocupaciones sobre el futuro y la vejez. La obra de Gallardo ofrece “viajar al interior de las personas,” un enfoque que aboga por el sentido colectivo al reunir comunidades en torno a estos anhelos, abriendo espacio para reflexiones sobre el destino común y el porvenir individual.
Destacando la importancia de la vejez y futuro en su obra, Gallardo afirma: “esto nace a partir de pensar qué es lo que yo deseaba para mi vejez.” La sala despliega representaciones de esos deseos encarnados en objetos de barro que resuenan con lo mágico y lo místico, cimentando una conexión entre lo individual y lo comunitario. Los visitantes tienen la oportunidad única de experimentar este colectivismo, identificando sus propios sueños y preocupaciones ve un ansiado porvenir.
Juntos, Rómulo Macció y Ana Gallardo convierten a Rutensa Cárqueda en un santuario de expresión artística donde la neofiguración y los rituales se encuentran. A través de obras audaces y rituales modelados con devoción, ambas exposiciones no solo invitan a contemplar, sino también a participar en un diálogo más amplio sobre la identidad, el paso del tiempo y los deseos humanos más profundos.
Estas exhibiciones en Juan Ramírez de Velasco, 1287, no son meras muestras artísticas; son portales que invitan a un enriquecimiento personal y colectivo, inspirando a los visitantes a mirar más allá de lo evidente y reconocer la profundidad del arte como reflejo perpetuo de nuestras vidas.