La bandera, con una longitud de 100 metros, ha sido pintada con “pinturas específicas” para soportar el “alto tránsito” y el desgaste inevitable por el paso de personas y vehículos. Sin embargo, se clasifica como una obra de “arte címero”, lo que significa que con el tiempo, la intensidad de sus colores comenzará a desvanecerse, “irá disipándose”. Este destino temporal no le resta importancia ni belleza al mensaje que representa.
Ubicada entre las calles 25 de Mayo y Leandro N. Alem, esta bandera gigante no solo es una atracción visual, sino una celebración del fútbol argentino, inmortalizando el logro del equipo como campeones del mundo. El diseño aprovecha la topografía del lugar, con una rampa de un lado de la calle y una “escalinata” del otro, que ha sido popularmente apodada “la escaloneta”. Esta ingeniosa integración del entorno refuerza aún más la conexión emocional que los argentinos tienen con su selección de fútbol.
Este proyecto monumental forma parte de la iniciativa “Microcentro Red Cultural” liderada por el Ministerio de Cultura Porteño. La finalidad de esta iniciativa es “revitalizar toda la zona del microcentro” después de la pandemia, que dejó a muchas partes de la ciudad “bastante diezmada”. Con la creación de esta y otras obras, se busca “darle color” y “darle impulso” a una zona que necesita resurgir y volver a ser un epicentro dinámico y atractivo tanto para locales como para turistas.
La elección de Alfredo Segatori para este proyecto no es casualidad. Conocido por su capacidad para transformar espacios urbanos, Segatori ha dejado su marca en varios sitios de la ciudad. Su obra en el microcentro aporta un “impulso gigante” a la zona, haciendo que quienes transitan por allí se tropiecen con “un mega sol, en una mega bandera”, proporcionando un descanso visual del entorno urbano gris.
Para Segatori, el arte no solo se trata de la obra física; también es sobre cómo esta puede perdurar en el tiempo a través de “fotos y videos”. Aunque la bandera en sí puede desvanecerse, su impacto está destinado a permanecer en el espacio digital. Esta noción de arte efímero adaptado a la era digital desafía la noción tradicional de permanencia en las artes plásticas, mostrando cómo la tecnología puede ampliar el alcance y la vida de las creaciones artísticas.
Además de esta obra, Alfredo Segatori también es conocido por su mural en la cuenca Matanza-Riachuelo, Baracas, donde creó una instalación del mismo tamaño, reflejando su estilo grandioso y su enfoque en proyectos de recuperación urbana. En ese sentido, el propio artista ha sido una figura crucial para cambiar cómo los ciudadanos y visitantes de Buenos Aires interactúan y experimentan su entorno.
El fenómeno turístico de esta nueva obra también ha sido significativo. Muchas personas se acercan al lugar para tomarse una foto con el mural, especialmente atraídos por el efecto visual que crea la bandera gigante en las imágenes. Poner la bandera en tus “hombros” es una manera simbólica pero potente de manifestar el orgullo nacional, haciendo que esta instalación vaya más allá de un simple atractivo visual, convirtiéndose en una experiencia personal para quienes la visitan.
El micro que transporta a Segatori junto a sus herramientas también se ha convertido en parte del espectáculo. Con su bulliciosa y enérgica presencia, el artista no solo crea arte sino que interactúa con la ciudad mientras trabaja, haciendo que los espectadores se sientan parte del proceso creativo, añadiendo una capa de vivacidad y emoción al evento.
Para disfrutar plenamente de esta obra de arte, se recomienda visitarla cuando “hay un poquito de sombra”, ya que el resplandor del sol puede dificultar la apreciación de los detalles vibrantes de la bandera. Este cuidado detalle en la experiencia del visitante subraya la accesibilidad de la obra, que está destinada a ser disfrutada por todos, independientemente de su familiaridad o relación con el arte.
En resumen, la bandera argentina pintada por Alfredo Segatori no es solo una maravilla artística y técnica, sino una declaración de intenciones. Anuncia el compromiso de Buenos Aires con la belleza, la creatividad y la recuperación cultural en estos tiempos difíciles. Con su impacto duradero asegurado más allá de la vida física de la pintura misma, se alza como un faro de esperanza y orgullo en el corazón del microcentro de la ciudad.