Rosenstein explica que la cuestión del mantenimiento hospitalario no es nueva, ya que “los hospitales tienen tercerizado el sistema de mantenimiento”, y este lo llevan adelante empresas privadas. Entre las responsables de las operaciones se encuentra la empresa CSES, que según el especialista es propiedad de Nicolás Caputo. Esto no sería del todo problemático si no fuera por la aparente ineficiencia y falta de compromiso de las empresas contratadas, quienes son, en última instancia, las encargadas de velar por el correcto funcionamiento de los servicios que la salud pública capitalina necesita.
Uno de los puntos más críticos que aborda Rosenstein es el del quirófano, un espacio que “es un área cerrada, entonces es ineludible que tenga aire acondicionado”. Pero no se trata solo de cualquier ventilador o sistema de enfriamiento; este debe estar equipado con “un filtro especial para evitar las infecciones intrahospitalarias”. Por eso, la falla en estos sistemas no es, como podría pensarse, una mera cuestión de comodidad. La falta de suministro adecuado de aire no solo amenaza la salud de los pacientes, “que se deshidratan, lo cual puede llevar a graves complicaciones”, sino que también afecta a los trabajadores del hospital, quienes encuentran sus condiciones laborales mermadas en un sistema ya de por sí precario.
El hospital Durán es uno de los más afectados por esta problemática. Años atrás, tuvo escenarios complicados “con los ascensores”, cuando un casi trágico incidente llevó a un grupo de médicos y pacientes al borde de un serio accidente. “Hoy la guardia del hospital Santojanni está cerrada”, revela Rosenstein, debido a problemas similares de aire acondicionado. Y, aunque el gobierno local busca minimizar el impacto mediático de estos eventos, la constante serie de inconvenientes en infraestructura sugiere “un vaciamiento del sistema público por goteo”. Esto se ve reflejado en la disminución sistemática del presupuesto y en la jubilación de muchos profesionales “sin que se renueven las plazas”.
El descontento del personal sanitario es evidente. Como lo explica Rosenstein, “el mantenimiento preventivo es clave para evitar fallas”, pero las tácticas actuales a menudo no pasan de una simple reparación que la mayoría de las veces es solo un arreglo temporal. Además, la política de donaciones, aunque bien intencionada, agrava el problema. “Los equipos donados no cuentan con mantenimiento preventivo”, aclara el especialista, y ante una falla “es más caro arreglarlos que si hubieses licitado coherentemente”.
La burocracia y el complot parecen conjugarse en detrimento de cualquier posible solución eficiente. Las notas y solicitudes por reparaciones “terminan cajoneadas en los escritorios de los directores” por lo que la acción real es nula. Esto implica que los “pacientes quedan internados más tiempo, a la espera de poder ser operados”, haciendo que sus estancias sean más prolongadas y aumentando el riesgo de complicaciones, “entre ellas, las infecciones hospitalarias”.
La estadística y la retórica política resultan en ataques cínicos al sistema de salud, donde la baja producción se traduce en “acusar a los equipos quirúrgicos y profesionales de ser deficientes”. El enfrentamiento contra la precarización sanitaria es llevado a cabo no solo contra un sistema opaco, sino también contra los indefensos pacientes que requieren atención.
Frente a este panorama, Gabriel Rosenstein no solo apela por la voz de quienes laboran en la línea de fuego del sistema sanitario, sino que desafía a los gestores a un “debate abierto” donde se presenten las ineficiencias, no ocultas bajo el manto de una gestión supuestamente exitosa. “La voz de los trabajadores habitualmente no se escucha”, resuena como un eco de la realidad que viven miles de profesionales de la salud. El exasperante día a día en el sistema de salud público de Buenos Aires afecta principalmente a los pacientes en primer lugar, pero también golpea la “dignidad y la capacidad de trabajo de los trabajadores”.
El llamado a la acción es claro y urgente. La situación no solo requiere respuestas inmediatas para aliviar el calor sofocante de los quirófanos, sino un replanteamiento total del modo en que se concibe y se gestiona la salud en la ciudad. La solución debe trascender a la simple instalación de aires acondicionados, buscando restablecer la eficiencia y dignidad de un sistema que alguna vez portó con orgullo el estandarte de servicio público.