El dengue, una enfermedad que muchos pensaban confinada a áreas tropicales, ha dejado de ser un tema lejano para convertirse en una preocupación tangible en Argentina. Las recientes cifras presentadas por el Ministerio de Salud de la Nación alertan sobre al menos 5.000 casos de dengue a lo largo del país, junto con la confirmación de una muerte relacionada con esta enfermedad. Aún más alarmante es el crecimiento del 700% en los casos sospechosos comparado con el año pasado. Aunque estas cifras son graves, todavía no alcanzan los niveles de 2020 y 2018, años que registraron brotes considerables.
Para arrojar luz sobre este fenómeno, Mariana Romano, licenciada en Geografía y experta del Área de Gestión Pública de la Defensoría, ofrece una visión clarificadora sobre la situación actual del dengue en Argentina y las maneras efectivas de abordarlo. Romano enfatiza que el dengue es “un problema social, ambiental y de salud” que se ha solidificado en la agenda pública y parece estar aquí para quedarse.
El dengue es una enfermedad viral transmitida por el mosquito Aedes aegypti. Mariana Romano explica que “cuando el mosquito se alimenta de sangre que está infectada y pica a otras personas, le contagia la enfermedad”. Este vector, que encuentra un hogar ideal en latitudes alrededor de los 35 grados y altitudes de hasta 1200 metros sobre el nivel del mar, encuentra en Buenos Aires un hábitat perfecto. “En la Ciudad de Buenos Aires, tenemos todas las condiciones ambientales para que esta especie de mosquito viva”, advierte Romano.
La expansión del dengue está íntimamente relacionada con el manejo ambiental. El mosquito Aedes aegypti se reproduce en criaderos, que no son más que recipientes donde se acumula agua limpia. Mariana detalla que esto incluye “floreros, bebederos de mascotas, piletas y distintos recipientes que quedan con agua acumulada”.
Una madrugada reciente de intensas lluvias se presenta como un recordatorio urgente de esta realidad. Las condiciones para un nuevo brote son propicias, aunque el último gran brote se remonta a 2020, coincidiendo con otro desafío global: la pandemia. “Estamos ante un brote, o vamos camino hacia ello”, señala Romano, sugiriendo que las actuales condiciones climáticas y sanitarias podrían desencadenar otra crisis si no se toman las medidas adecuadas.
El control del dengue va más allá de la fumigación, una acción que puede parecer eficaz pero que Romano advierte es insuficiente. “Las fumigaciones están indicadas para algunos casos muy específicos, y solamente atacan al mosquito adulto”, explica. La fumigación, por lo tanto, no aborda el problema de raíz, dejando larvas y huevos intactos, quienes, al eclosionar, asegurarán nuevas generaciones del vector.
Frente a esta situación, Romano insiste en la importancia de la prevención individual y comunitaria: “Es muy importante que revisemos los platos de agua, las macetas, y todos los recipientes que puedan acumular agua”. Ella anima a la ciudadanía a adoptar “mimos a las macetas”, es decir, revisar y vaciar cualquier acumulación de agua que pueda servir como criadero del mosquito.
Adicionalmente, la geógrafa sugiere una educación ambiental más robusta, que integre salud y gestión medioambiental. “Para mí, siempre está muy relacionado a las campañas de concientización, una cuestión más interdisciplinaria entre la salud y lo ambiental”, comenta Romano, destacando la importancia de atacar este problema en comunidad. La transmisión del dengue es una cuestión comunitaria, y las soluciones deben ser igualmente colectivas.
Al observar un aumento de casos que asciende un 700% respecto al año pasado, es inevitable recordar los picos de infecciones de años anteriores como 2020. Sin embargo, Romano se muestra cautelosa al predecir un futuro inmediato similar: “Hay que ver cómo evolucionan estos números. Algo fundamental es la prevención y la concientización para justamente no repetir esos números”.
Romano concluye con un mensaje de responsabilidad compartida: “depende de todos nosotros, depende de cómo nos ocupemos y de las medidas que tomemos desde nuestras casas”. En este sentido, es crucial que las personas estén informadas y sean proactivas en la eliminación de posibles criaderos de mosquitos.
Finalmente, para identificar al enemigo visible, Romano describe que “el Aedes aegypti es un mosquito pequeño a mediano, negro con manchitas blancas en sus patas y su cuerpo, medio tigrado, por decirlo”. Sin embargo, su recomendación es clara: “Estemos lejos de cualquier mosquito antes de mirarlo”.
El dengue en Argentina es un asunto que requiere más que la acción aislada del gobierno o de expertos en salud pública. Demanda un cambio cultural hacia una conciencia ambiental más profunda y un compromiso compartido para asegurar que no se repita una crisis sanitaria de la magnitud de 2020. En última instancia, prevenir el dengue es una labor comunitaria que comienza en el entorno personal de cada residente argentino.