Recordando la intensa actividad que ocurría en el Galpón, Juan Martín describe cómo este espacio fue “un lugar de encuentro de vecinos y vecinas, un lugar donde compartían actividades, desde talleres culturales hasta apoyo escolar”. Aquí no solo se forjaban lazos comunitarios, sino que también se brindaba un refugio a diversas problemáticas y situaciones que afectaban a los residentes de toda la ciudad. Sin embargo, una madrugada de marzo, este crucial espacio fue reducido a escombros en un operativo que Juan Martín califica de “descomunal”, con la participación de más de 100 efectivos policiales y seis camiones de infantería. “Nunca en la historia de la existencia de esta comuna hubo un operativo policial de esta medida”, enfatiza.
El Galpón, construido originalmente como una cancha de bochas y posteriormente reformado por la comunidad desde 2003 hasta 2014, operaba con un alto nivel de institucionalidad. Albergaba una amplia serie de actividades, desde una biblioteca popular hasta un bachillerato popular que otorgaba títulos oficiales reconocidos por el propio gobierno de la ciudad. “A veces es inexplicable para nosotros mismos”, admite Juan Martín, reflexionando sobre la paradoja de que el gobierno destruya un lugar donde se ejecutaban sus propias políticas educativas y sociales.
La acción se llevó a cabo a pesar de un recurso de amparo aún pendiente en la justicia, lo que Juan Martín considera un claro indicio de que el procedimiento fue “ilegítimo e ilegal”. Señala también que esta medida refleja una brecha creciente entre las políticas gubernamentales actuales y los deseos de los ciudadanos: “Era una decisión contraria al deseo y a la voluntad de los vecinos y las vecinas”.
Para muchos, el motivo detrás de esta demolición yace en un plan sistemático más amplio de transformar Villa Ortúzar en un área de negocios, borrando su identidad comunitaria. “Es un plan sistemático de destrucción del barrio”, advierte Juan Martín, sugiriendo que esta medida forma parte de un intento más amplio por parte del gobierno de reconfigurar la zona como un atractivo destino inmobiliario.
Sin embargo, lejos de amedrentarse, los vecinos están decididos a continuar su lucha. La entidad del Galpón, subraya Juan Martín, no reside en su estructura de ladrillo y cemento, sino en la comunidad que emergió a su alrededor. “El Galpón no era una estructura nada más, el Galpón es una comunidad”, declara, prometiendo que todas las actividades que florecieron allí continuarán, incluso si deben trasladarse a nuevos espacios. “Este tipo de atropellos lo único que hacen es fortalecernos más y darnos la razón”.
A pesar del infortunio, hay un optimismo subyacente entre los vecinos. Se preparan para el festejo anual del aniversario de Villa Ortúzar el 26 de abril, que este año cobrará un significado especial como celebración de la resiliencia y la identidad del barrio. “Queremos seguir teniendo el barrio que tenemos”, sostiene Juan Martín, enfatizando la particular identidad que Villa Ortúzar representa para sus residentes.
Aunque devastados por la pérdida de su amado Galpón, la comunidad de Villa Ortúzar continúa firme en su lucha, determinada a proteger y preservar su identidad frente a lo que consideran un avance invasivo del desarrollo urbano. En medio de este tumulto, los vecinos no solo están unidos por su deseo de mantener viva la memoria y el espíritu del Galpón, sino también por su creencia inquebrantable de que su comunidad puede y se levantará más fuerte que nunca.