La Historia y la Lucha por la Justicia: Hijos de la Militancia

La Historia y la Lucha por la Justicia: Hijos de la Militancia

En un conmovedor testimonio, un miembro de Hijos rememora el dolor del exilio y la lucha incansable contra la impunidad.



En un país marcado por un pasado turbulento y doloroso, la lucha por la memoria, verdad y justicia sigue vigente en cada rincón de nuestra sociedad. Miguel, un miembro de la organización Hijos, nos ofrece un relato profundo sobre su historia personal y colectiva; una historia que no sólo abarca el sufrimiento de sus padres, militantes del peronismo revolucionario, sino también su propio compromiso desde las filas de Hijos, un movimiento nacido en los años 90 que exigía justicia para los genocidas de la dictadura militar.

“Mis padres, que eran militantes del peronismo revolucionario, sufrieron la persecución, el exilio, incluso antes de la dictadura. Ellos se exilian en la época de la triple A, se exilian primero en Estados Unidos, donde nací yo, y después en México, donde pasamos largos años hasta el retorno de la democracia,” relata Miguel. No solo tuvieron que huir, dejando atrás su tierra natal, sino también enfrentarse a la dolorosa realidad de perder a compañeros y compañeras en manos de un sistema represivo y brutal.

México fue más que un lugar de refugio. “Vivieron tantos años ahí en esa patria, que cobijó a tantos compañeros y compañeras, ¿no? La República Mexicana… ¡México! ¡Por supuesto! Le debemos tanto,” confiesa agradecido. Esta gratitud no evita que Miguel enfrente la dolorosa paradoja de su discurso: la continua lucha contra la impunidad en un país que aún intenta reconciliarse con su pasado.

La lucha de Hijos, según Miguel, tiene raíces profundas y un significado histórico que trasciende generaciones. “En primer lugar, lo que yo quería aclarar, antes que nada, es que la mirada que yo tengo es una mirada histórica desde nuestra propia militancia, porque yo formé parte de la agrupación Hijos en su momento, formé parte de Hijos en la década del 90, cuando exigíamos juicio y castigo a los genocidas que estaban libres,” narra, destacando que estas acciones no eran sólo reactivas, sino parte de una herencia de lucha heredada de las madres y abuelas de Plaza de Mayo.

El testimonio de Miguel se torna aún más relevante en el marco de un homenaje reciente a las víctimas del terrorismo, una conmemoración que levanta ampollas dada su percibida intención de equiparar acciones insurgentes con el terrorismo de Estado. “Es como que víctimas del terrorismo es un paraguas que puede parecer cierto, que hasta quizás puede parecer noble… pero la cuestión es que con ese paraguas tratan de equiparar el terrorismo de Estado con las acciones de una parte de lo que llamaron la subversión. Es como que todo lo confunden, todo lo mezclan,” denuncia.

Miguel no escatima en sinceridad al hablar de las complejidades de este acto. Atribuye la organización del homenaje a una figura controversial en la política argentina, cuestionando su representatividad y compromisos. “Fue un acto encabezado por una mujer que nunca ejerció una política democrática… Nunca tuvo vocación de justicia social, nunca hizo el bien, nunca representó a los más necesitados, nunca representó a los trabajadores, nunca representó a los estudiantes, nunca representó a nadie.” Para Miguel, la capacidad de movilizar actos así en la simbólica legislatura porteña revela una estrategia hábil, pero preocupante, de la nueva derecha.

La respuesta de grupos y organismos de derechos humanos fue variada, desde la toma de calles y manifestaciones hasta llamamientos a ignorar dichos actos para no “hacerle el juego a la derecha.” Miguel cree que estas reacciones ponen en evidencia una necesidad urgente de mayor unidad y organización dentro del campo popular. “Me parece que debemos fortalecer eso para poder crear espacios donde poder debatir estas posturas y poder ponernos de acuerdo todos en cómo enfrentamos a esta derecha,” reflexiona, sugiriendo que la rapidez y efectividad de la organización del acto por la nueva derecha atrapó a los movimientos populares desprevenidos.

“No podemos permitir que esta derecha criminal gane las elecciones. En eso tenemos que ser muy claros,” sentencia Miguel. Reconoce errores y defectos dentro del movimiento popular, pero se muestra optimista acerca de la capacidad de recuperación y rearticulación. “Si cada argentino y argentina militara en la fuerza que quiera, no importa, pero si cada uno estuviera militando en alguna, todo sería un poco mejor, me parece, ¿no?”

El llamado de Miguel es un testimonio de resiliencia y esperanza, una invitación a la juventud y a todos los sectores de la sociedad a reencontrarse y unirse en una lucha que, aunque histórica, sigue siendo vital en la defensa de los derechos humanos y la justicia social. “Nosotros damos, como te dije antes, damos la vida por la memoria de nuestros viejos y por la vida de nuestros hijos. Y llevamos esa bandera siempre, siempre presente. Así que no nos vamos a amilanar ni mucho menos, al contrario. Vamos para adelante.”

Este relato no es solo un recordatorio del pasado, sino una llamada de acción para el presente y el futuro. La lucha continúa, y con ella, la memoria de aquellos que dieron su vida por un país más justo y libre, no se desvanecerá.