El Despertar de una Nación Adormecida

El Despertar de una Nación Adormecida

En medio de una crisis de valores y decisiones políticas cuestionables, Argentina enfrenta un momento crucial.





Vivimos una realidad indolente, gobernada por un grupo de personas indiferentes respecto al bienestar del prójimo. Nos encontramos en una etapa de aprendizaje, según los gurúes de la nueva era, que nos aconsejan pedirle todo al universo. Sin embargo, la situación en el plano terrenal está lejos de ser favorable, especialmente en Argentina.



Estamos al borde de involucrarnos en un conflicto bélico internacional que no nos corresponde. Nuestro presidente, con actitudes que parecen jugar con intereses internacionales, fue recibido en Estados Unidos recientemente, país al que ha cedido una base militar en nuestra provincia más austral. Esto permite que, por primera vez, un portaaviones nuclear surque nuestros mares, violando la tradición de Sudamérica como zona de paz y libre de armamento nuclear.



Dentro de la total indolencia, nuestro presidente continúa viajando. Mientras sigue en su periplo por Estados Unidos, donde parece estar “rematando la Argentina”, ya tiene planeado otro viaje. En medio de esto, hemos adquirido aviones de guerra usados de Dinamarca, aparentemente porque los Estados Unidos no podían vendernos directamente debido a tratados internacionales. Esta operación, obviamente, resultó más cara que comprar aviones chinos nuevos. Mientras tanto, no hay fondos para los jubilados, los comedores comunitarios ni la educación pública, aunque sí parece haber suficiente dinero para adquirir chatarra aérea y financiar costosos viajes internacionales.



Este desbarajuste también nos ha hecho cuestionar el origen de los fondos empleados en la campaña del presidente, y en el fondo, quiénes son realmente los beneficiarios de estas políticas públicas. Propietarios de empresas y serios empresarios parecen beneficiarse constantemente, dejando a la mayoría de la población en la miseria.



Sin embargo, hay signos de un despertar. La reciente marcha por la educación pública es un ejemplo de ello. Cada semana, los argentinos continúan movilizándose y expresándose en las calles, demostrando que no todo está perdido. El jueves, el país se detendrá. No habrá trenes, colectivos ni camiones en circulación; las clases se suspenderán y solo habrá guardias mínimas en los hospitales. Será un paro total de trabajadores y trabajadoras.



Por supuesto, algunas voces críticas se levantarán contra los sindicalistas, sugiriendo que deberían trabajar. Pero, nos guste o no, los sindicalistas representan a una parte de nuestra sociedad, así como las cámaras empresariales representan los intereses de sus miembros. En esta lucha, incluso algunas pymes se han alineado con el paro, conscientes de que el verdadero problema radica en la disparidad de recursos que sufren los ciudadanos comunes.



El país sufre de una grave falta de recursos para nosotros y nosotras, para la educación de nuestros hijos y para los cuidados de nuestros mayores. En contraste, las ganancias de los empresarios amigos del poder continúan aumentando. En medio de esta crisis, el presidente del Senado, Martín Menem, describió a Milley como un “superdotado” incomprensible por su alta inteligencia. Sin embargo, esto no hace más que evidenciar la hipocresía y sumisión que caracterizan a algunos de nuestros líderes.



Estamos en este país y elegimos este destino. Aunque muchos aún no comprendemos del todo nuestras circunstancias, queda claro que debemos esforzarnos por entender y resistir. La lucha continúa, y es crucial que aprendamos a defendernos de las decisiones que solo benefician a unos pocos y dejan al resto en la precariedad.