La voz de Cristina Sottile, nuestra invitada y analista experta en política y economía, resuena con claridad y firmeza. Sus palabras no sólo iluminan una realidad perturbadora, sino que también llaman a una reflexión profunda sobre la condición humana y la responsabilidad del gobierno hacia los ciudadanos más vulnerables. En esta ocasión, el eje de la conversación fue la retención y no distribución de alimentos en depósitos gubernamentales, una problemática que ella consideró como una muestra flagrante de necropolítica. Cristina comienza su intervención haciendo hincapié en el carácter inadmisible y deliberado de las acciones gubernamentales que buscan mantener bajo llave alimentos que son esenciales para la vida. “Sacarles la comida de los platos a los niños o a las personas más vulnerables es una indecencia”, afirman con indignación. La ausencia de distribución de estos alimentos no es simplemente un error administrativo, sino más bien una decisión consciente y direccionada de quienes detentan el poder. La justicia ya ha intervenido, ordenando la distribución de esos alimentos, y pese a ello, se han presentado apelaciones que detienen ese mandato. Se trata, dice Cristina, de una maldad deliberada. Para comprender la profundidad de esta problemática, es imperativo considerar el alimento no sólo como…
La voz de Cristina Sottile, nuestra invitada y analista experta en política y economía, resuena con claridad y firmeza. Sus palabras no sólo iluminan una realidad perturbadora, sino que también llaman a una reflexión profunda sobre la condición humana y la responsabilidad del gobierno hacia los ciudadanos más vulnerables. En esta ocasión, el eje de la conversación fue la retención y no distribución de alimentos en depósitos gubernamentales, una problemática que ella consideró como una muestra flagrante de necropolítica.
Cristina comienza su intervención haciendo hincapié en el carácter inadmisible y deliberado de las acciones gubernamentales que buscan mantener bajo llave alimentos que son esenciales para la vida. “Sacarles la comida de los platos a los niños o a las personas más vulnerables es una indecencia”, afirman con indignación. La ausencia de distribución de estos alimentos no es simplemente un error administrativo, sino más bien una decisión consciente y direccionada de quienes detentan el poder. La justicia ya ha intervenido, ordenando la distribución de esos alimentos, y pese a ello, se han presentado apelaciones que detienen ese mandato. Se trata, dice Cristina, de una maldad deliberada.
Para comprender la profundidad de esta problemática, es imperativo considerar el alimento no sólo como un bien material de consumo, sino como un derecho inalienable. La alimentación, uno de los requisitos fundamentales para la sobrevivencia de cualquier ser vivo, es un derecho natural que ha sido reconocido desde las antiguas civilizaciones. Al transformarse en un bien de mercado, pierde su carácter de necesidad primaria y se convierte en objeto de transacciones económicas. Esto despoja al individuo de su autonomía y lo reduce a una mera cosa cuyo valor se mide únicamente en función de su capacidad de consumo y producción.
Uno de los aspectos más inquietantes de esta discusión es la necropolítica, término que resuena con un tono sombrío y perturbador. La necropolítica se define como la administración deliberada de la vida y la muerte a través de políticas públicas. Estas políticas actúan no para prevenir la muerte, sino para utilizarla como una herramienta de control social. Cristina subraya cómo el gobierno actual maneja factores de vida y muerte no con la intención de proteger, sino con la finalidad de disciplinar y someter a la población, especialmente a los más vulnerables.
Ejemplos claros de esta necropolítica incluyen la negativa a distribuir medicamentos esenciales para jubilados, a pesar de su derecho adquirido por años de trabajo, y la falta de acción ante desastres climáticos, como lo mencionado en torno a los alimentos guardados como reservas para catástrofes. Estas decisiones revelan una intención oculta: utilizar la vida y la muerte como palancas de poder. De este modo, el hambre, la enfermedad y la muerte se vuelven herramientas útiles en manos de un poder que busca maximizar su control y rentabilidad.
El fenómeno no es fortuito ni aislado. Se inscribe dentro de un marco mayor de concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos. Mientras los recursos esenciales son retenidos, la desigualdad y la pobreza se exacerban, sirviendo únicamente para aumentar los beneficios de aquellos que ya detentan una porción considerable de la riqueza mundial. Esta polarización socioeconómica es un indicador del éxito de la necropolítica, que divide y somete, dejando a la mayoría en una lucha constante por la sobrevivencia.
La reflexión de Cristina es clara y contundente: no estamos hablando sólo de dinámicas económicas, sino de la esencia misma de nuestra humanidad y del rol que deben jugar las políticas públicas en una sociedad equitativa y justa. La retención de alimentos en depósitos mientras miles de personas pasan hambre es una metáfora viviente del estado actual de las cosas. Una metáfora de un sistema que privilegia el capital sobre la vida humana, y que considera a las personas como simples elementos en una hoja de Excel, despojándolos de su dignidad y derechos fundamentales.
En conclusión, la conversación con Cristina deja en claro que para decir otras cosas en el futuro, es vital reconocer y confrontar la cruda realidad de hoy. La declaración final de Cristina suena tanto a advertencia como a llamado a la acción: “Para decir otras cosas tenemos que saber que esto está pasando”. La visibilización y el análisis crítico de estas políticas no sólo son necesarios, sino urgentes. La lucha contra la necropolítica y la reivindicación de la dignidad humana deben situarse en el centro del debate público y la acción social. Porque, en última instancia, se trata de defender la vida, en todas sus formas y expresiones, frente a un sistema que, cada vez más, parece darle la espalda.