La paradoja de Buenos Aires: una ciudad rica con barrios sin agua

La paradoja de Buenos Aires: una ciudad rica con barrios sin agua

En la opulenta Buenos Aires, hogar del elegante Puerto Madero y polígonos verdes, miles de habitantes carecen de acceso a servicios básicos como agua potable y saneamiento. La desigualdad se manifiesta con crudeza, revelando una problemática que clama por soluciones inmediatas.



La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la indiscutible joya económica de Argentina, está envuelta en una cruda paradoja. Con un presupuesto per cápita comparable al de importantes ciudades europeas como Madrid o Río de Janeiro, esta metrópoli exhibe una aparente prosperidad que contrasta dramáticamente con las condiciones de vida en algunos de sus sectores más vulnerables.

En los barrios del sur, como la Villa 2124 y Zabaleta, miles de porteños enfrentan una grave crisis: la falta de agua potable. A pesar de los recursos financieros considerables que maneja la ciudad, 65.000 habitantes de estos barrios, incluidos 23.000 niños, niñas y adolescentes, no tienen acceso seguro a este elemento esencial para la vida.

Este jueves, los vecinos de la Villa 2124 planean movilizarse hasta las oficinas de la empresa Agua y Saneamientos Argentinos S.A. (AySA) en busca de respuestas. Sus demandas son claras: la reanudación de las obras hidrosanitarias suspendidas en diciembre de 2023, cuando restaban apenas 1.200 metros para completar la cañería que llevaría agua potable al barrio.

La situación es apremiante. Las políticas de desarrollo urbano y social han fallado a estos ciudadanos, agrandando la brecha entre la opulencia del norte y la carencia del sur. No es solo cuestión de justicia, sino también de supervivencia y dignidad.

Una ciudad de contrastes

En Buenos Aires, la avenida Rivadavia actúa como una línea divisoria casi infranqueable. Al norte, se levanta el esplendor de barrios como Recoleta, con su vibrante vida cultural y su proximidad a numerosos servicios. Al sur, en cambio, se extiende una región donde la esperanza de vida se reduce drásticamente y los servicios básicos son una ilusión lejana.

La desigualdad no es un fenómeno nuevo. Desde hace años, diferentes administraciones han prometido proyectos de urbanización que no llegan a materializarse. Las obras comienzan con bombos y platillos, pero se realizan a medias, mal construidas o, como en el caso del agua en la Villa 2124, terminan suspendidas dejando a miles de ciudadanos en una espera interminable.

Los testimonios de los vecinos son desgarradores. Durante la pandemia de COVID19, la ausencia de agua potable hizo aún más evidente la negligencia institucional. Debería haber sido un momento para priorizar la salud pública y los servicios esenciales, pero la realidad fue muy diferente. Las promesas de una solución rápida se desvanecieron tan pronto como se licitaron las obras. Hoy, más que nunca, estos porteños exigen que se cumpla lo prometido.

Un largo historial de desidia

La administración de Buenos Aires, controlada por el PRO desde hace casi dos décadas, ha llevado a cabo millonarios proyectos que a menudo resultan ser insuficientes y poco sostenibles. Ya sea bajo la conducción de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta o el actual jefe de gobierno Jorge Macri, los desafíos para los barrios pobres no han cambiado significativamente.

“En estos años, la ciudad se ha llenado de canteros, maceteros, zonas de reducción de velocidad y plantas, incluso de plástico, para dar una imagen de ciudad verde”, comenta Héctor Ortiz, especialista en políticas urbanas. “Sin embargo, las necesidades básicas de agua potable y saneamiento siguen siendo una deuda pendiente”.

La urbanización de las villas ha pasado por innumerables vicisitudes. Viviendas mal construidas, calles que apenas soportan el peso del tráfico y, lo más infame, la falta de agua potable. Los aguateros, cartohombres modernos que llevan agua en camioncitos, son testimonio vivo de una realidad que parece sacada de otra época.

La gravedad de la situación en la Villa 2124 y Zabaleta es solo la punta del iceberg. La falta de agua afecta a muchas otras comunidades. Sin embargo, la burocracia y el desinterés político continúan siendo obstáculos inquebrantables.

Los vecinos están cansados de esperar. La marcha de este jueves será una manifestación pacífica, pero contundente, de su frustración y su derecho a vivir dignamente. “El agua es un derecho humano universal”, recuerdan constantemente. Y tienen razón. Es insostenible y moralmente inaceptable que en una ciudad que invierte millones en embellecer sus calles haya ciudadanos que aún deben recurrir a aguateros para cubrir una necesidad básica.

Mirando hacia el futuro

El desenlace de esta situación en Buenos Aires será emblemático para el futuro de la ciudad. Las autoridades, tanto nacionales como locales, deben asumir la responsabilidad que les corresponde y garantizar la finalización de las obras suspendidas. Los ciudadanos de la Villa 2124 y otros barrios afectados merecen respuestas y acciones concretas.

Esta crisis no es solo un problema de infraestructura; es un reflejo de cómo una sociedad valora a todos sus integrantes. Lograr equidad en el acceso a los servicios básicos no solo mejorará la calidad de vida de miles de personas, sino que también fortalecerá la cohesión y justicia social, pilares fundamentales para cualquier sociedad próspera.

Mientras tanto, los vecinos seguirán alzando sus voces, reclamando lo que es legítimamente suyo. La marcha hacia AySA este jueves es una oportunidad para que Buenos Aires demuestre que puede ser una ciudad verdaderamente inclusiva, donde la riqueza no sea solo una fachada y donde todos tengan las mismas oportunidades de vivir dignamente.