En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una de las más ricas del país, la situación no es mejor. La administración local no solo no entrega frazadas a las personas en situación de calle, sino que se las quita, lo que ha llevado a un aumento en las muertes por hipotermia. La falta de apoyo a los más vulnerables contrasta drásticamente con las maniobras financieras y las políticas que marginan aún más a los necesitados.
En medio de un fin de semana plagado de conmemoraciones y preguntas sobre feriados, el Día del Niño pareció pasar desapercibido en nuestro país y en nuestra ciudad. Mientras muchos se preguntaban si podían aprovechar el feriado para escapar a algún lado, los homenajes patrióticos fueron relegados a un segundo plano.
El gobierno nacional decidió celebrar el Día del Niño con un video institucional que costó una suma considerable de dinero. Sin embargo, en medio de la algarabía y los discursos sobre la importancia de los niños para el futuro de la patria, se ignoró una realidad sombría: el millón y medio de niños y niñas que en Argentina se acuestan sin cenar.
Según informes recientes de UNICEF, la situación alimentaria de las infancias en el país es alarmante. Este organismo internacional alertó sobre la inseguridad alimentaria que afecta a 1,5 millones de menores, cuyos padres no tienen recursos para alimentarlos adecuadamente. En este contexto, las organizaciones benéficas que antes recibían apoyo gubernamental para distribuir juguetes y recursos, este año no contaron con esa ayuda, reflejando una falta de compromiso institucional.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una de las más ricas del país, la situación no es mejor. La administración local no solo no entrega frazadas a las personas en situación de calle, sino que se las quita, lo que ha llevado a un aumento en las muertes por hipotermia. La falta de apoyo a los más vulnerables contrasta drásticamente con las maniobras financieras y las políticas que marginan aún más a los necesitados.
Mientras tanto, el superministro de Economía sigue enviando lingotes de oro argentino a Inglaterra a cambio de dólares, bajo la administración de Toto Caputo. Esta situación representa un capítulo más en la historia de un país que parece indiferente a la miseria que atraviesan sus ciudadanos más jóvenes y vulnerables.
En este marco de desidia e indiferencia, el verdadero homenaje a las infancias del país parece relegado a un discurso vacío. La realidad es que mientras nos preocupamos por escapadas de fin de semana y conmemoraciones que solo importan como feriados, el hambre y la precariedad siguen golpeando a nuestros niños. Es hora de que tanto el Presidente como el Jefe de Gobierno dejen de tirar de la soga. La paciencia de un pueblo tiene un límite, y ese límite parece estar más cerca cada día.