Una ciudad pantalla: La realidad detrás del telón porteño

Una ciudad pantalla: La realidad detrás del telón porteño

Una mirada crítica sobre la administración de Buenos Aires y los desafíos que enfrenta la ciudadanía



Vivimos en una ciudad de fantasía, una urbe que se presenta de una manera, pero se vive de otra. A veces, el límite entre cómo se muestra y cómo se vive es difuso, nuboso, como etéreo. En Buenos Aires, existe una ciudad telón, una ciudad marquesina, una ciudad escenario, que se despliega en distintas maneras continuamente, especialmente en los medios de comunicación y en el discurso político.

Durante las últimas dos décadas, la ciudad de Buenos Aires ha sido dirigida por una elite política que maneja no solo el poder ejecutivo, sino también el legislativo e incluso influye en el judicial. La imagen que proyectan—orden y limpieza—contrasta drásticamente con la realidad tras bambalinas. La transparencia y el apego a la norma se convierten en motivos de risa para quienes dirigen los destinos de esta metrópoli.

En la ciudad pantalla que nos imponen, priorizan el lucro y los negocios sobre cualquier otro objetivo. Ejemplos como la reciente suspensión del acarreo de vehículos, que se busca reubicar bajo otra firma, demuestran este enfoque. La reconversión del microcentro porteño, un proyecto en curso, desvía millones del erario público a empresas privadas. Ejemplos como la empresa Habana, involucrada en la reconversión de edificios, son solo la punta del iceberg en esta red de negocios ocultos.

Paradojicamente, mientras los políticos pregonan limpieza y orden, detrás de sus discursos se esconde una verdad incómoda: Buenos Aires tiene terratenientes, y cada vez hay menos propietarios de grandes extensiones de terreno en la ciudad. Esta concentración de riqueza y poder subyace en el discurso dominante, que reseña una ciudad impecable.

En contraste, la ciudad real está en crisis. Los trabajadores y trabajadoras enfrentan una precariedad laboral creciente. Muchos son contratados de forma temporal, subcontratados o trabajan como monotributistas. Esta reorganización y precarización laboral es un fenómeno nacional que Buenos Aires replica fielmente.

Hoy, en este editorial, abordaremos la precariedad de los empleados públicos, quienes sostienen nuestros derechos día a día, y la memoria colectiva, pilares fundamentales de una vida en sociedad. Es vital, ahora más que nunca, desenmascarar esta ciudad pantalla y enfrentar de manera crítica los desafíos que comprometen nuestro futuro común.