El reciente traspaso de 31 líneas de colectivos, cuyas rutas comienzan y terminan en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde el ámbito nacional al porteño, ha generado una serie de interrogantes sobre el futuro del sistema de transporte urbano. Este movimiento, anunciado con “bombos y platillos” por Jorge Macri y Javier Milei, deja muchas incógnitas sobre cómo afectará a los usuarios, principalmente en términos de subsidios y tarifas.
Para entender las implicaciones de esta medida, Nahuel Morandi, especialista en tránsito y transporte del Observatorio de Derecho a la Ciudad, ofrece una perspectiva detallada sobre el tema. Morandi señala que estas líneas de colectivos habían sido objeto de controversia desde 2012, cuando se inició el traspaso del subte bajo el gobierno de Mauricio Macri, en medio de una dura confrontación con Cristina Kirchner.
“Lo que se traspasó son 31 líneas de colectivos que tienen sus recorridos, en su origen y su finalización, dentro de la ciudad de Buenos Aires”, explica Morandi. Este cambio claramente obedece a un intento de la Ciudad de Buenos Aires por recuperar aquellos fondos que “el gobierno anterior le había sacado a la ciudad”. Sin embargo, hay todavía muchos detalles por afinar, ya que “ese acta acuerdo tiene que ser ratificado por la legislatura de la ciudad”, un paso que aún no ha sido completado.
Uno de los aspectos más cruciales de esta transición es cómo afectará el bolsillo de la clase trabajadora. Hasta ahora, el gobierno de la Ciudad ha planeado mantener el mismo nivel de subsidios, pero Morandi advierte que “el gobierno de la ciudad tiene una clara intención de modificar este esquema de subsidios”. La gran incógnita es cómo y cuándo se realizarán estos cambios, y de qué manera impactarán en los costos de transporte para los ciudadanos.
Más allá de los límites administrativos de la General Paz, Morandi subraya que es crucial tener una visión más amplia que considere todo el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). “La ciudad hoy, desde un punto de vista funcional, es todo el área metropolitana”, afirma. Esto se debe a que muchos trabajadores se desplazan diariamente entre la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal, y por lo tanto, “necesitan soluciones para sus problemas de transporte” que contemplen esta realidad.
En este sentido, Morandi sostiene que las políticas de transporte no deben ser abordadas de forma atomizada, sino que requieren “instituciones globales” que trabajen de manera coordinada. Menciona la necesidad de que “la agencia de transporte metropolitana, un ente que existe desde 2012, empiece a funcionar” eficazmente para abordar de manera integral y técnicamente fundamentada los desafíos del transporte en toda la región del AMBA.
Una de las propuestas que Morandi considera vital es la actualización de los recorridos de los colectivos, que en muchos casos no han cambiado significativamente desde la década del 60. “Es necesario que el sistema de transporte dé cuenta de eso y se adecue para ser más eficiente”, comenta. Esta eficiencia permitiría reducir costos y mejorar la calidad del servicio, beneficiando tanto a las áreas saturadas con múltiples líneas como a las zonas que carecen de un buen servicio de transporte.
La cuestión del costo del transporte público es otro punto crítico en la discusión. Morandi destaca que “los aumentos pueden estar justificados o no, pero también tienen que tener en cuenta este componente” del poder adquisitivo de los usuarios. Menciona el caso de la Ciudad de México como un ejemplo donde una fuerte política de subsidios y promoción del transporte público ha llevado a tarifas bajas y a un incremento en el número de pasajeros, lo que permite sostener el sistema con menos carga para los usuarios.
Pero Morandi advierte que ni el gobierno nacional ni el de la ciudad parecen estar tomando estos factores en cuenta, puesto que su enfoque se limita a reducir los subsidios sin considerar las repercusiones más amplias. “No hay que cerrarse en una idea… la solución es cortar los subsidios de cuajo y perjudicar directamente a los pasajeros”, añade.
A los argumentos economicistas que cuestionan por qué se debería subsidiar el transporte público, Morandi responde que la alternativa sería una ciudad “invivible”. “El transporte público juega un rol central no sólo en la movilidad de las personas, pero también desde el punto de vista individual de quienes usan el auto particular”, explica. Asegura que mejores servicios de transporte público reducen la congestión y la contaminación, mejorando la calidad de vida urbana para todos.
En resumen, el traspaso de las 31 líneas de colectivos a la Ciudad de Buenos Aires está lleno de desafíos e interrogantes que necesitan ser cuidadosamente gestionados. Como concluye Morandi, es fundamental tener “una visión un poco más amplia de los problemas”, entendiendo que el transporte público, más allá de sus retos, trae beneficios directos e indirectos a todos los ciudadanos.