En estos tiempos, es esencial cuestionar qué tipo de liderazgo hemos construido y permitido en nuestra sociedad. La responsabilidad no recae solo en quienes ocupan cargos de poder, sino también en la ciudadanía que los elige y apoya.
El hecho de que Javier Milei gobierne a nivel nacional y que, después de dos décadas, el PRO siga al frente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es un reflejo de la participación, o la falta de ella, de todos nosotros en el ámbito político y social. Apatía o compromiso, la diferencia es notable.
No se trata únicamente de militancia; la participación tiene muchas formas: estar en el consejo consultivo de tu barrio, en una Unidad Básica, en una Biblioteca Popular, en un Ateneo. Estar o no estar hace una diferencia fundamental.
Para transformar nuestra ciudad, nuestro país y nuestro mundo, debemos comprometernos colectivamente. El cambio se construye desde la base, con participación activa y organización popular, sin importar las ideologías, pero con objetivos claros y comunes: mejorar nuestra calidad de vida.
Ejemplos como la huerta orgánica de Nelly en Parque Patricios, la demanda de más jardines de infantes en la calle Pringles, o la lucha por más espacios verdes en lugar de edificios frente al nuevo Código de Planeamiento Urbano de Jorge Macri, demuestran que la participación ciudadana puede lograr cambios significativos.
La ciudad no es solo para nosotros, también es para las generaciones futuras. La participación activa es lo único que nos permitirá construir una ciudad más habitable y justa. Reflexionemos y actuemos.