La situación educativa en la ciudad de Buenos Aires ha llegado a un punto crítico. Mientras las universidades, tomadas por sus comunidades, imparten clases en la calle para visibilizar sus reclamos, en el Nacional Buenos Aires, estudiantes y docentes enfrentan un futuro incierto ante la falta de recursos y personal. “Hay un recorte presupuestario enorme, los docentes han perdido alrededor del 40% del salario desde diciembre hasta ahora”, denuncia Emma, expresando un profundo malestar que refleja el sentir de sus compañeros.
Los estudiantes no solo enfrentan la ausencia de profesores, sino también vacíos curriculares que amenazan su continuidad académica. “Hay muchas horas libres, hay materias que yo no tengo hace dos, tres meses porque nadie quiere tomar esas horas libres”, señala Emma. La expectativa de recibir una educación de calidad, la misma que llevó a muchos a elegir este colegio, se ve ahora truncada. Un círculo vicioso que obliga a los docentes a buscar ingresos en otras jurisdicciones o sectores, dejando vacantes irremplazables en las aulas.
La decisión de tomar el colegio es vista por algunos con escepticismo, sin embargo, para Emma y sus compañeros es una medida necesaria: “Decidimos tomar el colegio, para que se garantice eso”. Un eco de desesperación y lucha que resuena en el país, mientras se enfrentan a la incertidumbre de un sistema que parece desmoronarse. La disyuntiva no es fácil; no solo se trata de elegir entre el aula o la protesta, sino de cuestionar un sistema que ha precarizado hasta lo esencial.
Las ausencias en las aulas se han vuelto comunes, y los estudiantes se enfrentan al riesgo de perder el año académico. Sin embargo, Emma es optimista en cuanto al futuro: “Yo no creo que se recurse, pero sí se ve totalmente afectada la cursada”, admite. Las interrupciones constantes hacen mella en el proceso de aprendizaje, dejando un sabor amargo del que también son responsables las autoridades.
La postura de las autoridades, especialmente desde la rectoría, ha sido criticada por su pasividad. Aunque ha habido declaraciones en contra del recorte presupuestario, la acción por parte de estas figuras es prácticamente nula. “De cara a las autoridades, la realidad es que están bastante ausentes”, asevera Emma, quien también revela las dificultades para establecer un diálogo efectivo que permita resolver el conflicto.
A pesar del desaliento, la comunidad estudiantil del Nacional Buenos Aires ha demostrado una capacidad organizativa impresionante. Con medidas de movilización que incluyen pernoctes, marchas y clases públicas, más de 1,800 estudiantes participaron en la primera marcha universitaria, demostrando que no están dispuestos a bajar los brazos. “Votamos hoy, en la Asamblea se emocionó tomar el colegio […] y la idea más que nada es hacerlo en conjunto tanto con el cuerpo docente como el no docente”, explica Emma, marcando la importancia de una lucha unificada.
Además de la lucha en el aula, la batalla se libra también en el terreno mediático y social. Ante un discurso oficial que minimiza y desprestigia a las instituciones educativas, los estudiantes buscan derribar estigmas y prejuicios sobre quiénes merecen recibir educación pública. Cuestionamientos que han sido respondidos con claridad y firmeza: “frente al recorte presupuestario y frente al ataque a la educación, hay un gran consenso entre los que elegimos la educación pública, de defenderla porque creemos que es lo más importante que tenemos”, afirma Emma.
La educación pública, sinónimo de igualdad y oportunidad, se encuentra en un crisol que requiere una respuesta urgente y efectiva. La incertidumbre rodea el futuro de miles de estudiantes que, como Emma, ven en la lucha y en las medidas de fuerza una oportunidad para cambiar el rumbo de su destino académico y personal.
El sonido de las aulas vacías y los pasillos silentes, reemplazados ahora por la discusión política, demandan una solución que reconciliará el ideal de la educación pública de calidad con las realidades económicas y políticas del país. Emma, junto a sus compañeros, continúa en pie de lucha, no solo por la restitución inmediata de sus clases, sino por un derecho fundamental que debe mantenerse como un bien común e innegociable. La educación no puede esperar.