Desde hace ya varias semanas, los periodistas que “trabajamos semana a semana, día a día”, gestionando producciones radiales, periódicos y hasta canales de televisión, expresan su desconcierto ante las insinuaciones de Santoro. Una de las propuestas más polémicas es la idea de que estos profesionales pueden “ejercer nuestra libertad de expresión gratis por Twitter”. Esta simplificación subestima las múltiples capas de esfuerzo que el periodismo requiere.
Algunos observadores consideran que Santoro, a pesar de haber sido funcionario y “él dice haber auditado medios de comunicación”, carece de comprensión sobre lo que significa una plataforma de red social. Esto es particularmente cierto en el caso de Twitter, mencionada por Santoro, aunque no es del agrado de varios periodistas. Las redes sociales, aunque útiles, no pueden sustituir los medios tradicionales y el periodismo responsable y ético.
La indignación entre la comunidad periodista es palpable. Subrayan que el periodismo no es solo un acto de preguntar, sino que incluye elegir los “temas, elegir las fuentes, elegir el punto de vista” sobre los asuntos. “Nosotros somos muy claros en Proscriptos de Letters, siempre estamos del lado del pueblo, de la clase trabajadora”, afirman desde un medio local que se dedica a la defensa de las voces más humildes de la sociedad. El periodismo, según ellos, debe ser una herramienta de servicio público, construido desde el interés de aquellas audiencias que dependen de información veraz y sin filtros.
No se trata solo de opinar desde el desconocimiento de la materia. Se trata de responsabilidad social, ética laboral y compromiso con la verdad. Aquellos que defienden la iniciativa de Santoro parecen olvidar que “tratar los temas y a la gente con respeto” es parte integral del trabajo periodístico. La desinformación o la información burda e incompleta no debería convertirse en la norma, advierten.
La entrada de medios al registro, desde su creación, ha garantizado cierto nivel de profesionalismo y dedicación. “Nosotros desde 2009, pero desde mucho antes también lo venimos haciendo”, enfatizan en medios que llevan años sirviendo al público. El registro no solo ofrece legitimidad a las voces del periodismo vecinal y comunitario, sino que también garantiza un tipo de apoyo que permite la independencia editorial que tanto defienden.
Comparando con los gigantes mediáticos del país, los críticos de la propuesta sostienen que los medios independientes y comunitarios poseen “una ética que ojalá los lanatas de la vida tuvieran a la hora de ejercer el periodismo”. La referencia no es al azar, ya que estos grandes medios suelen ser vistos como influenciados por intereses corporativos o políticos, algo que los medios más pequeños y los periodistas locales tratan de evitar con fervor.
Con este nuevo proyecto de ley, la línea divisoria entre el ejercicio del periodismo y la simpleza de un tuit se vuelve más clara y preocupante. La preocupación es que no se puede equiparar las meticulosas investigaciones de periodistas dedicados al mero acto de enviar un mensaje a través de una plataforma social. Este tipo de simplificación del oficio es lo que produce la indignación de quienes han hecho del periodismo su vocación, abogando por un ejercicio donde la verdad y la justicia sean pilares fundamentales.
La cuestión ahora es si la propuesta de Santoro logrará superar las barreras legales y el abrumador rechazo de la comunidad periodística, que claramente no está dispuesta a dejar que el barómetro de calidad y ética periodística disminuya. En un mundo donde la información es poder, proteger la integridad de quiénes la transmiten es tan crucial como defender los derechos de quienes la reciben. ¿Qué sigue ahora para este polémico proyecto? “Veremos, veremos”, concluyen los críticos, con la esperanza de que el sentido común y el respeto por el periodismo prevalezcan.