Reforma Urbanística en Buenos Aires: Un Debate Controvertido

Reforma Urbanística en Buenos Aires: Un Debate Controvertido

El Auditor General de la Ciudad por el Frente de Todos, Lisandro Tezquiewicz, ha compartido contundentes puntos de vista sobre lo que realmente está en juego. Para Tezquiewicz, el principal problema radica en que “no se está modificando el Código de Planeamiento Urbano, se está modificando el Código Urbanístico”. Esta sutileza administrativa es mucho más que un simple tecnicismo. Es, en palabras de Tezquiewicz, el reflejo de un cambio en el paradigma de desarrollo urbano de la ciudad, que ha optado por “abandonar la idea de planificar la Ciudad de Buenos Aires”.

La crítica no se detiene allí. El auditor argumenta que esta falta de planificación ha llevado a olvidarse de principios esenciales establecidos en la Constitución de la ciudad, como el Plan Urbano Ambiental, diseñado para garantizar el crecimiento armónico y el desarrollo sostenible. “Nuestra Constitución no tiene tantos años. Es una Constitución que tiene apenas 28 años… y se propuso que nosotros tuviéramos una Ley de Leyes, que era el Plan Urbano Ambiental”, afirmó Tezquiewicz. Sin embargo, los mecanismos contemplados para implementar este plan han quedado, efectivamente, obsoletos.

Un ejemplo tangible del enfoque actual es la inactividad del Consejo del Plan Urbano Ambiental, órgano que debería ser vital en cualquier proceso de modificación urbanística. “El Consejo del Plan Urbano Ambiental no se reúne, que no hay acta… y en base a eso debería comenzarse cualquier proceso de modificación del Código Urbanístico. Bueno, no, no está funcionando así”, denunció el auditor. Esta omisión abre la puerta a la especulación inmobiliaria, un fenómeno que ha convertido a Buenos Aires en una suerte de tablero de monopolio, donde “la tierra y las construcciones, los edificios han dejado de ser bienes sociales o bienes de uso”.

El impacto de la especulación no es sólo económico, sino profundamente social. Una de las consecuencias más alarmantes es el estancamiento demográfico y la creciente desigualdad en el acceso a la vivienda. “En el año 2003, el 65% de los habitantes de la ciudad éramos propietarios de nuestros inmuebles y hoy solo el 40% son propietarios”, indicó Tezquiewicz. Esta tendencia ha llevado a una situación paradójica: la ciudad no ha crecido en población, pero ha visto aumentar exponencialmente la cantidad de edificios vacíos y personas sin hogar.

Las repercusiones ambientales también son notables. El auditor destaca que la sobreconstrucción en la zona norte de la ciudad está llevando a problemas graves como movimientos de suelo y desviaciones de la napa freática, lo que ha afectado la estabilidad estructural de muchas viviendas. “Tenemos un problema serio con las napas freáticas… con la cantidad de casas que se quiebran”, alertó. Además, la concentración urbana en el norte y la infrautilización del sur crean un desequilibrio que potencia el estrés sobre los servicios públicos y compromete la calidad de vida de los residentes.

Otra preocupación es el cambio climático. En las últimas décadas, Buenos Aires ha experimentado “un aumento de 3 grados de temperatura media”, un fenómeno exacerbado por la reducción de espacios verdes y la falta de absorción de agua debido a la expansión del concreto. Tezquiewicz subraya que la planificación medioambiental y el respeto al Plan Urbano Ambiental podrían mitigar tales problemas, pero lamenta que “se cumple con el plan urbano ambiental que se había planificado una ciudad de cara al río, una ciudad amigable con el ambiente”.

Las audiencias públicas, que deberían ser un espacio para que los ciudadanos expresen sus preocupaciones, se han convertido en una farsa. “Fue un éxito, hablaron miles de vecinos, prácticamente todos en contra”, pero sus opiniones no han sido consideradas en las decisiones legislativas. Esta falta de verdadera participación cívica es unas de las principales críticas al enfoque actual del gobierno de la ciudad.

Por ahora, detener el impulso del nuevo Código Urbanístico sigue siendo un desafío monumental. “Lo único que podemos hacer es organizar a la sociedad”, concluye el auditor. La presión ciudadana, según él, es la clave para exigir una ciudad que priorice el desarrollo sostenible y el bienestar de sus ciudadanos. Mientras tanto, el trabajo en la legislatura sigue siendo crucial para tratar de mitigar los impactos más severos de esta propuesta antes de que se traduzca en ley.

En resumen, la reforma del Código Urbanístico de Buenos Aires no es simplemente una cuestión de administración municipal; es una batalla por el alma de la ciudad misma. Es un cruce de caminos donde se decide si Buenos Aires será una ciudad al servicio de las finanzas o un espacio habitable, sostenible y planeado para sus habitantes. La lucha continúa, y sólo el tiempo dirá cuál será el destino de esta emblemática metrópoli.