Los gobiernos modernos, según Sotile, han dejado de ser entidades soberanas y han sido absorbidos, en gran medida, por el poder de las corporaciones gigantescas, ejemplificadas en figuras como Elon Musk, quienes poseen “más dinero que muchos estados-nación”. Esta transformación del poder político y económico trae consigo la preocupación de “una lógica pura y dura de mercado”, donde el único interés es la “rentabilidad” y la “ganancia”. En este contexto, incluso el bienestar de los trabajadores puede resultar secundario a la búsqueda de estas metas financieras.
La crisis no es solo económica y política, sino también social. El cierre violento del hospital de salud mental Laura Bonaparte es un reflejo de cómo las políticas de austeridad pueden desmantelar servicios esenciales para la salud pública. A través de decisiones que podrían ser vistas como ignominias o incluso “maliciosas”, se pone en peligro el cuidado de aquellos en situaciones más vulnerables. Sotile destaca una fuerte crítica hacia la lógica detrás del vaciamiento: “Vaciar es cerrar”, afirma, enfatizando que sin personal capacitado, las instituciones de salud no pueden funcionar adecuadamente.
Entre los profesionales afectados por esta crisis se encuentran antropólogos cuya labor ha sido minimizada o incomprendida. La labor de los antropólogos en el campo de la salud se extiende mucho más allá de lo que comúnmente se percibe. Sotile clarifica que, a diferencia de la figura cinematográfica de Indiana Jones, un antropólogo moderno aporta una “mirada antropológica”, que permite un entendimiento más profundo de las dinámicas sociales y culturales que afectan a los individuos en su relación con la salud.
En particular, los antropólogos son vitales para los equipos de cuidados paliativos. Estos equipos, a menudo asociados únicamente con el final de la vida, también se involucran en el cuidado de “enfermedades graves prolongadas”. La intervención antropológica ofrece a las familias y a los pacientes “herramientas culturales” que facilitan la adaptación a realidades complejas. Sotile resalta la habilidad del antropólogo para “desnaturalizar” las nociones rígidas sobre la salud y la enfermedad que poseen las personas, permitiendo un mejor manejo emocional y social de sus situaciones.
Un punto crucial discutido es cómo el sistema de salud pública ha sido desfinanciado bajo estas políticas neoliberales, afectando no solo a los que no pueden pagar seguros médicos privados, sino también a todos los ciudadanos. Los hospitales públicos, reconocidos mundialmente por su excelencia, son descritos como “centros de formación profesional”, que abarcan no solo la medicina, sino una variedad de disciplinas que, juntas, forman equipos verdaderamente multidisciplinarios. Estos equipos permiten una atención de salud pública más integral y humana, en contraste con el modelo simplista y “superficial” que busca minimizar su complejidad.
La antropología, así como otras disciplinas que parecen alejadas de la medicina convencional, son esenciales para un sistema de salud verdaderamente humano y efectivo. Las barreras culturales y sociales que las personas enfrentan en su día a día requieren una atención especializada que la ciencia médica por sí sola no puede brindar. En última instancia, la exclusión de estas voces y especialidades condena a los sistemas de salud a un enfoque inadecuado, que ignora las complejidades del ser humano.
La intervención de Sotile en esta discusión resalta no solo la importancia de la colaboración interdisciplinaria, sino también la necesidad urgente de proteger y valorar a los profesionales que contribuyen al bienestar integral de las personas. En un mundo donde la necesidad de “rentabilidad” amenaza con suplantar el compromiso humano, la relevancia de los equipos multidisciplinarios, y de los antropólogos específicamente, no puede ser subestimada.
Frente a esta realidad, el llamado a la acción es claro: se deben defender y mantener los equipos multidisciplinarios en el sistema de salud pública. Tal defensa no es solo una resistencia contra las fuerzas corporativas, sino un acto de reafirmación de nuestra humanidad, un retorno a la esencia de lo que significa cuidar y ser cuidado. Como destaca Sotile, la respuesta a los desafíos que enfrentamos debe ser una renovación de nuestro compromiso con un sistema de salud que respete y honre la diversidad de experiencias y necesidades humanas.