La Patagonia “se nos prende fuego”, decía Verón describiendo el contexto actual. Los incendios en provincias como Neuquén, Río Negro y Chubut están afectando vastas áreas, incluidos dos parques nacionales cuya superficie equivale a “dos veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires”. Estas llamas inclementes no solamente están prácticamente borrando los bosques andinos y patagónicos, sino que también están poniendo en riesgo la biodiversidad aniñando especies locales que, hasta ahora, encontraban refugio en estos ecosistemas.
Verón resalta la sospecha en torno a la intencionalidad de estos incendios, sugiriendo que “estos tipos vienen a hacer negociados inmobiliarios y apropiarse de tierra para hacer lo que se les cante”. En el Parque Nacional Lanín se han quemado más de 15.200 hectáreas, mientras que en el Nahuel Huapi la cifra asciende a casi 10.300 hectáreas. Estos magnitudes alarmantes no son aisladas, ya que otros focos han sido reportados en El Bolsón y diversas áreas de Chubut, acumulando devastación en más de 5.000 hectáreas.
El silencio sospechoso que rodea estos eventos es compartido por Verón, quien afirma que detrás de esto hay una “complicidad de la policía” y una omisión deliberada por parte del gobierno. En el centro de la controversia, están los cuestionamientos hacia ciertas figuras políticas y empresariales. Es notorio, menciona Verón, que mientras el fuego destruye propiedades de pequeños trabajadores y parques nacionales, “nunca la casa de Lewis, nunca la casa de Benetton” resulta afectada, insinuando que estas propiedades están protegidas de alguna manera de la devastación.
El relato se vuelve más preocupante al narrar que grupos de personas, llamados los “gauchos de Lewis”, han estado implicados en actos de intimidación hacia quienes buscan respuestas y soluciones. “Estos muchachos aparecen de repente en la municipalidad del Bolsón, Revenque en mano, golpeando, agrediendo”, describe Verón, lo que ha generado un ambiente de miedo e impunidad.
La gravedad y la frecuencia de los incendios han expuesto también la desprotección y vulnerabilidad de las comunidades locales, incluyendo a los pueblos originarios. La militarización de la Patagonia y la declaración de ciertos pueblos como “terroristas” son una afrenta directa a sus derechos y una distracción de las verdaderas causas detrás de los incendios. Verón urge a que no se culpe a los pueblos mapuche y las comunidades que “cuidan la naturaleza, aman la naturaleza. Lo que menos van a hacer, prender fuego”.
Verón también aprovechó la oportunidad para enfatizar la urgencia de resolver estos desafíos ambientales desde una perspectiva soberana y justa. “El problema no solamente es ayudar ahora a la gente”, recalca, recordando que más de 400 viviendas han sido devoradas por las llamas, dejando, literalmente, a cientos de personas sin un techo sobre sus cabezas en la antesala del crudo invierno patagónico.
El llamado es claro: en medio de una crisis ambiental de proporciones épicas, la equidad, la justicia social y el respeto por la naturaleza deben guiar las acciones del gobierno y la sociedad. La tierra es un recurso finito y su destrucción indiscriminada en busca de beneficios inmediatos no solo es éticamente cuestionable, sino también una receta para la catástrofe a largo plazo. En palabras de Verón, es hora de “volver a tener elecciones presidenciales, que no asuma la Vicerreal”, y revisar profundamente las políticas públicas que permitan la recuperación y protección de estos territorios tan importantes y golpeados.