Según Frenkel, la protesta resultó en un total de “114 personas detenidas”, aunque indica que este número podría ser mayor debido a múltiples retenciones no formalizadas. Estas personas fueron “ingresadas en el sistema” pero afortunadamente liberadas durante la madrugada gracias a un fallo de la jueza Andrade. Sin embargo, los detenidos todavía enfrentan la posibilidad de ser citados para determinar “cuáles son las causas que se les pueden llegar a imputar”. Frenkel destaca que, por ahora, estas “todavía no tienen una causa concreta abierta”, marcando una diferencia con represiones anteriores donde las detenciones se realizaban sin la apertura de causas formales.
La jornada de protesta evidenció no solo un alto nivel de tensión, sino también un cambio notable en la dinámica de las manifestaciones, según la analista. Mientras las fuerzas de seguridad de diversas jurisdicciones, incluyendo la Policía Federal, la Gendarmería, y la Policía de la Ciudad, ejercían represión, la resistencia de los manifestantes no se hizo esperar. “Hubo un cambio, podríamos decir, dentro de lo que fue la protesta”, señala Frenkel. Este cambio se mostró en la notable capacidad de reorganización de los manifestantes, que lograron desconcentrarse y regresar a Plaza de Mayo, a pesar de la represión vivida.
Un aspecto significativo de esta jornada fue la unidad que se forjó entre distintos grupos que tradicionalmente no colaboran. Frenkel menciona que “eran todas las hinchadas”, un fenómeno que normalmente solo se observa durante eventos como los mundiales de fútbol. Esta inusual unidad es atribuida en parte a la intensa indignación que causó la represión, la cual fue tan severa que incluso generaciones más jóvenes se vieron en la necesidad de protestar. “Algo cambió”, insiste Jimena, al observar la respuesta unida de los barrios, así como las movilizaciones nocturnas que reclamaban la liberación de los detenidos.
Sin embargo, la represión dejó más que detenidos; también hubo una alarmante cantidad de heridos. Datos recopilados por la Comisión por la Memoria (CPM) y la Posta de Salud reportan “un total de 989 personas heridas”. Frenkel y su equipo observaron que desde muy temprano se aplicó un uso “sistemático del gas” sobre los manifestantes, con incidentes extremos como el de una jubilada golpeada por la policía y el caso de Pablo Grillo, quien sufrió severas lesiones debido al uso incorrecto de armas que las fuerzas de seguridad categorizan como “no letales”.
Estos instrumentos, reconocidos por las fuerzas de seguridad como “armas no letales”, resultan ser todo lo contrario cuando se utilizan indebidamente. Frenkel subraya que “esas armas no letales no están”, especialmente cuando se aplican sin considerar su protocolo de uso seguro. El caso de Pablo Grillo, quien fue herido gravemente al recibir un disparo de una de estas armas como proyectil directo, ilustra claramente esta peligrosa práctica.
En cuanto a las implicaciones judiciales futuras que podrían derivarse de estos eventos, Frenkel considera que el trabajo de documentación y análisis que realiza su equipo, junto con organizaciones como Correpi, el Archivo Ahora, y otros, proveen suficiente evidencia para plantear “un juicio político, también un juicio popular”. Aunque reconoce las dificultades políticas y legales inherentes en un camino como este, insiste en la importancia de utilizar la información recopilada para sostener una acusación formal contra las autoridades responsables de estos actos represivos, en especial la ministra Patricia Bullrich.
A pesar de las dificultades y el impacto físico sufrido por muchos, Frenkel mantiene que las movilizaciones como la del 12 de marzo fortalecen la resiliencia y el compromiso social. “Siempre tenemos en la memoria a todos los compañeros heridos y también a los que nos faltan”, afirma. Recordar a figuras como Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, y otros, es imperativo para evitar que se normalice la represión estatal.
Jimena Frenkel y su equipo continúan trabajando para arrojar luz sobre estos sucesos, en un intento por garantizar que la represión no quede impune y que se construya una sociedad más justa y equitativa. La resistencia manifestada durante la protesta de la Plaza del Congreso es, sin duda, un indicio poderoso de que algo está cambiando en el ámbito de la movilización social en Argentina, y que el miedo, esta vez, podría haber estado del otro lado.