Desde octubre del año pasado, el Hospital Bonaparte ha estado en el ojo del huracán debido a las políticas que el gobierno nacional ha implementado con la intención de reducir su operatividad. “El gobierno nacional nos comunicó que nuestra residencia no iba a tener cupos de ingresos ni desinfaturas para el siguiente ciclo de residencias que inicia este año”, comenta Maldonado. Esta decisión no solo detiene la entrada de nuevos residentes, sino que también agrava una crisis proyectada en la falta de especialistas en salud mental para el futuro.
La residencia interdisciplinaria que ofrece el Hospital Bonaparte es mucho más que un programa de formación. Desde su creación en 2013, ha sido esencial en la formación integral de profesionales en psiquiatría, psicología, trabajo social, terapia ocupacional, psicoterapia y enfermería, disciplinas destinadas a abordar de manera comprensiva las complejidades de la salud mental. “El sistema de residencias es un sistema de formación de posgrados que los profesionales, al graduarse de la universidad, eligen para continuar formándose y especializándose”, explica Maldonado. Esta formación en servicio asegura que los residentes trabajen a la par de los profesionales del hospital, asimilando tanto el conocimiento teórico como las prácticas esenciales para una atención de calidad.
La situación se agrava aún más al considerar que el Hospital Bonaparte es el único hospital nacional que se especializa en salud mental y adicciones, una problemática creciente en la sociedad actual. “Existe una particularidad en la formación que recibimos en la residencia, ya que trabajamos muchísimos aspectos en relación al consumo problemático diariamente”, resalta Maldonado, subrayando la importancia de este tipo de formación especializada en un mundo donde las adicciones y los problemas de salud mental van en aumento.
La falta de cupos significa no solo una pérdida inmediata en términos de cantidad de personal capacitado, sino que tiene implicaciones profundas y duraderas en la calidad y el alcance de la atención brindada en el país. “El impacto entonces es clarísimo, va a haber de acá a unos años menos especialistas formados”, advierte Maldonado, subrayando la urgencia de la situación.
La respuesta por parte de trabajadores y residentes ha sido enérgica. “Venimos organizándonos adentro de la residencia y también con los compañeros y las compañeras del hospital para pensar diferentes líneas de trabajo”, describe Maldonado, quien menciona un festival reciente en la puerta del hospital como parte de los esfuerzos para visibilizar la problemática. Sin embargo, las frustraciones se acrecientan debido a la falta de comunicación clara por parte del gobierno. “En realidad no se nos ha comunicado formalmente los fundamentos de la decisión”, explica Maldonado, dejando a los trabajadores en una posición vulnerable ante políticas arbitrarias.
El rumbo que podrían tomar los acontecimientos sigue siendo incierto, pero la determinación de quienes trabajan en el Hospital Bonaparte es evidente. “Estamos coordinando con asambleas de otras residencias para intentar ver si la semana que viene logramos organizar algún otro tipo de movilización”, anuncia Maldonado, demostrando que la lucha no ha terminado.
El cierre potencial de la residencia del Hospital Bonaparte no solo representa una pérdida para aquellos que aspiran a formarse como especialistas, sino también para la sociedad en su conjunto que depende de un sistema de salud mental sólido y accesible. Enfrentado con la apatía gubernamental, el Bonaparte sigue siendo un bastión de resistencia, apoyado por su comunidad, decidido a continuar la lucha por su supervivencia y por el derecho a una formación especializada que este contexto social exige cada vez más.