Celebrando 10 años de desidia: La protesta de los bachilleratos populares frente al Ministerio de Educación de Buenos Aires

Celebrando 10 años de desidia: La protesta de los bachilleratos populares frente al Ministerio de Educación de Buenos Aires

A las puertas del Ministerio, la escena fue bastante inusual para lo que se presupone de una protesta estudiantil: globos, tortas, juegos y hasta un corro de personas entonando el célebre “Feliz Cumpleaños”. Sin embargo, como bien lo describe Santos, “eso no fue un festejo, sino que era el colmo”. Esta performance satírica fue una manera de ilustrar los “10 años de desidia del Ministerio de Educación de la Ciudad”.

La situación de los bachilleratos populares no es nueva. Hace años que vienen reclamando lo que consideran derechos imprescindibles para poder brindar una educación de calidad y digna a las personas que lo necesitan. Según Santos, “somos una escuela que funciona ya hace más de 10 años, ahí en el barrio 31” y uno de los reclamos principales es “el reconocimiento como escuela”, el cual es fundamental para que los alumnos puedan recibir un título oficial al terminar sus estudios, un documento esencial para acceder a oportunidades laborales.

Sin embargo, esta no es la única carencia que afrontan. Santos explica que, a pesar de que el bachillerato en el que enseña está “reconocido por el Ministerio de Educación que expedimos un título oficial, no nos reconocen absolutamente ningún, ni los trabajadores docentes, ni las clases de mantenimiento, ni de funcionamiento”, lo que significa que el cuerpo docente trabaja sin percibir salario. El profesor de matemáticas expone que “esto es lo mínimo y básico de lo que podemos hablar”.

La falta de apoyo gubernamental se ha sentido, sobre todo, en términos materiales. El edificio donde actualmente se imparte el bachillerato fue levantado gracias a “los aportes solidarios de toda la comunidad educativa y de la organización política en la que nos encuadramos”, pero hace dos años la infraestructura era distinta, precariedad que afectaba tanto a maestros como alumnos.

El reclamo de los bachilleratos populares va más allá de obtener un título oficial. Se trata de asegurar que aquellos que desean estudiar tengan las condiciones necesarias para hacerlo. “El título secundario para acceder a un trabajo es obligatorio”, apunta Santos, sin olvidar mencionar que en el barrio la gravedad de la situación es palpable debido a la “gran demanda estudiantil”, gente con “ganas de estudiar, incluso adultos y adultas que no tuvieron la oportunidad de recuperar sus estudios”.

A pesar del desánimo que podría provocar la falta de respuesta por parte del gobierno de la ciudad, el compromiso de los educadores y su firmeza en seguir adelante prevalece. “Seguimos sosteniendo [la educación] en detrimento de nuestra propia vida, nuestra propia salud”, confiesa Santos, revelando el sacrificio personal que conlleva mantener activo un bachillerato popular en circunstancias adversas. Muchas veces, si las madres y padres no tienen dónde dejar a sus hijos, los bachilleratos implementan espacios de niñez donde los niños pueden participar en actividades pedagógicas mientras sus padres estudian.

Este esfuerzo profundamente arraigado en el sentido comunitario tiene un impacto directo en el acceso a la educación y en la forma en que la sociedad valora la misma. “Uno termina pensando que quizás lo que hacemos es más peligroso de lo que pensamos”, reflexiona Santos.

El sitio actual del Ministerio de Educación en el barrio Padre Carlos Mujica también habla mucho de las percepciones que tiene el gobierno sobre las manifestaciones. “El trasfondo parece que es un intento de lavado de cara… pero claramente con acciones del tipo de cerrar con rejas y todo, se termina de demostrar que por ahí no es lo que primero cuenta”, opina Santos. Con ello, se cuestiona cómo el desplazamiento a estas áreas menos visibles de la ciudad puede parecer un intento de minimizar la visibilidad y el impacto de las protestas.

Pasados diez años de lucha, los bachilleratos populares en Buenos Aires están decididos a no cesar en sus esfuerzos hasta que sus voces sean escuchadas. “Vamos a seguir llevando nuestra demanda al Ministerio de Educación”, asegura Santos, esperanzado de que “nodos de información” más consistentes árbitren al sistema educativo formal para adaptar condiciones más justas para todos.

Mientras tanto, los bachilleratos populares seguirán representando un bastión de esperanza e innovación para la educación de adultos en Buenos Aires. “Nos tenemos a nosotros y nos podemos sostener”, concluye Santos, poniendo de manifiesto que la verdadera fuerza detrás de estos espacios no es otra que la unión y la solidaridad de una comunidad dispuesta a cambiar su destino, pase lo que pase.