Educar al Soberano: Entre la Libertad y la Desigualdad

Educar al Soberano: Entre la Libertad y la Desigualdad

Desentrañando los dilemas de la educación en tiempos de crisis y propuestas polémicas



En la coyuntura actual, la cultura y la educación se han convertido en el epicentro de una discusión fervorosa. Entre despidos en la Biblioteca Nacional y discursos incendiarios desde el Congreso, la sociedad argentina se encuentra en un cruce de caminos. En una conversación enriquecedora con nuestra colaboradora Cristina Sotile, decidimos abordar estos temas espinosos: la autodidáctica, la libertad individual frente a las responsabilidades sociales y, especialmente, el papel crucial de la educación en la construcción de un futuro equitativo.

El Precio de la Ignorancia

El disparador de nuestra charla fue la afirmación de un diputado de la Nación, Verte y Venegas Lynch. Según su perspectiva, imbuida de una liberalidad extrema, los padres no deberían estar obligados a educar formalmente a sus hijos si prefieren integrarlos tempranamente a la fuerza laboral. A primera vista, este planteamiento es una distorsión grotesca de la tan mentada “libertad”, reduciendo a los niños a meros recursos económicos, prescindibles y explotables.

Cristina Sotile expone esto con gran claridad: “¿Dónde está la libertad del chico que sueña con ser astronauta, maestra o jardinero si nunca tuvo la posibilidad de decidir sobre su propia vida?”. La pregunta nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la función del Estado y de las leyes que garantizan la educación obligatoria. No es solo una cuestión de adquisición de conocimientos, sino de proporcionar igualdad de oportunidades, un pilar fundamental para cualquier sociedad que aspire a reducir la brecha de desigualdad.

La Educación como Camino a la Igualdad

La conversación nos lleva al corazón de la legislatura educativa en Argentina, particularmente la ley 1420 de educación gratuita, obligatoria y laica, instaurada durante la presidencia de Julio Argentino Roca a fines del siglo XIX. Pese a los horrores de la Campaña del Desierto, no se puede negar que esta ley significó un avance enorme hacia la democratización del saber. “La educación, en definitiva, es profundamente igualadora, y creo que en el fondo es eso lo que molesta”, reflexiona Sotile.

Es revelador escuchar cómo se conectan estos programas históricos con logros individuales y colectivos. Los Premios Nobel de argentina, provenientes de diversas clases sociales, son prueba de que el acceso libre y obligatorio a la educación permite que el talento se desarrolle más allá de las limitaciones económicas o geográficas.

La Historia se Repite

En un guiño irónico, el pensamiento regresivo actual se enfrenta a las bases progresistas establecidas hace más de un siglo. La retórica de figuras actuales que idealizan los privilegios y la exclusividad de la educación privada contrastan con el avance que representó la generación del 80, quienes pese a sus fallos centralistas, impulsaron un sistema de educación inclusiva.

Cristina aporta un dato fascinante: “Sarmiento descubrió en 1869, en el primer censo argentino, que el 82% de los habitantes eran analfabetos. Su respuesta no fue marginalizar, sino construir escuelas”. Esta política de alfabetización masiva reveló un compromiso con el progreso social, comparándola, por ejemplo, con los planes de alfabetización en Cuba, llevados a cabo casi un siglo después.

Más que Leyes, una Filosofía

La columna no se limita a revisar políticas y antecedentes. Nos lleva, además, a cuestionar valores y elecciones actuales. La educación estatal en países nórdicos, donde el sistema público es el motor del progreso y la equidad, pone al descubierto las contradicciones de quienes, al tiempo que elogian estos modelos, niegan su aplicación local porque resultan en impuestos elevados.

Es imperativo preguntarse si los retos que enfrentamos hoy, desde el cambio climático hasta la lucha por los derechos humanos, no tienen sus raíces en la educación. La conversación concluye con una preocupante reflexión sobre la maldad intrínseca en la intención de limitar la educación, describiendo un futuro sombrío de desigualdad y dependencia. La falta de una formación adecuada no solo priva a los niños de un desarrollo integral sino que perpetúa sistemas de opresión y exclusión.

Conclusión

En estos diálogos complejos reflejamos una verdad dolorosa pero urgente: nuestras decisiones actuales definirán el futuro de las generaciones venideras. La educación no es una concesión, es un derecho fundamental, una herramienta poderosa para construir una sociedad equitativa y consciente de su potencial y responsabilidades. Separar a los niños de la educación formal en nombre de una “libertad” mal entendida no solo atenta contra sus derechos básicos sino que socava los pilares de nuestro propio desarrollo como sociedad. La verdadera libertad está, indudablemente, arraigada en la igualdad de oportunidades y el acceso universal al conocimiento.