“En esta ciudad tan coqueta y ordenada que nos propone nuestro jefe de gobierno, también existe ese otro lado popular que tanto nos gusta”, explica Felipe Ficina, delegado de Murgas Porteñas. Sin embargo, las murgas, que son un emblema del carnaval de Buenos Aires, se encuentran nuevamente bajo amenaza por decisiones gubernamentales que buscan cancelar o restringir estas celebraciones.
Yamil Santoro, legislador porteño, ha presentado un proyecto que busca restringir los festejos de carnaval a las veredas, un movimiento que Felipe Ficina describe como un intento de “suspender la expresión popular”, subvirtiendo el sentido tradicional de estas festividades. Rebeca Fleita, otra figura política, ha ido aún más lejos al proponer la derogación de las murgas como patrimonio cultural, lo que subraya un cambio en la percepción gubernamental hacia el evento.
La controversia se intensificó cuando Gabriela Ricardez, ministra de Cultura porteña, afirmó en la legislatura que “el carnaval molesta al vecino”. Estas declaraciones han generado preocupación entre los defensores de las murgas, quienes argumentan que el carnaval es una expresión cultural integral que representa la rica diversidad de la ciudad. “Uno esperaría que estas declaraciones fueran de un ministro de Seguridad, no de Cultura”, dice Ficina, destacando la ironía de la situación.
A pesar de la magnitud de la celebración, que atrae a más de un millón de personas según estudios encargados por el mismo gobierno, las autoridades parecen enfocarse más en las quejas de un pequeño grupo. “El vecino no es un denunciador serial”, insiste Ficina, sugiriendo una disonancia entre la voluntad de la comunidad y la postura oficial.
Las murgas han sido una parte esencial del carnaval porteño, reuniendo a personas de todos los rincones de la ciudad para celebrar en comunidad. Ahí es donde las murgas porteñas encuentran su fuerza: en su gente y en sus barrios. “El carnaval es donde los compañeritos del colegio se vuelven a encontrar en febrero antes de volver a clase”, menciona Ficina. Este aspecto comunitario del carnaval es lo que las autoridades parecen ignorar al contemplar la reubicación o reducción de los eventos.
En medio de la incertidumbre, Felipe Ficina y otros delegados murgueros aseguran que las reuniones con el gobierno local han sido intermitentes y poco concluyentes. “Todavía no tenemos ni fecha, ni día, ni hora para organizar el carnaval de 2025”, señala Ficina, una situación que considera no solo una falta de planificación sino también una forma de sabotear la tradición. Señala que, aunque las circunstancias han permitido la rápida organización de eventos en el pasado, esta no es una práctica sostenible. “Armar un carnaval en 15 días puede ser posible, pero no es la forma en la que debe hacerse para un evento de tal magnitud”.
Felipe Ficina recalca que lo que está en juego no es solo una celebración, sino un patrimonio cultural. “Nosotros preferimos evitar el conflicto, pero también estamos listos para luchar por lo que es nuestro”, afirmó, evocando un histórico espíritu de resistencia que ha sido característico de las murgas. El carnaval, conocido por su tono desafiante, no es ajeno a la crítica social. “La murga es contestataria por naturaleza”, añade, recordando cómo siempre ha jugado un papel en cuestionar al poder y poner las voces del pueblo en el centro del debate.
El desafío, por tanto, no es solo encontrar un espacio físico para el carnaval en Buenos Aires, sino asegurar que las autoridades reconozcan y respeten su importancia cultural. El evento no es simplemente una expresión de alegría, sino una manifestación de identidad que ha logrado perdurar incluso cuando las circunstancias han sido adversas.
Por ahora, los representantes de las murgas en Buenos Aires están decididos a continuar sus esfuerzos para salvar el carnaval. Con la próxima edición en el horizonte, la esperanza es que el gobierno de la ciudad reconsidere su enfoque y permita que el rugido de los tambores y el brillo de los disfraces sigan iluminando los barrios porteños. Porque, al final del día, como dice Ficina, “las murgas son más que una celebración, son la voz colectiva de un pueblo que se niega a ser silenciado”.