Fernanda Cataldi, miembro de “Vecinos y Vecinas Autoconvocados en la agrupación vecinal Somos de Parque Chas por el No al Código Urbanístico”, compartió en una reciente entrevista los detalles de esta cruzada vecinal. “Realmente lo que mencionabas antes, que los vecinos y las vecinas nos hemos escuchado, ya estuvo saliendo en estos días en varios medios de comunicación la demolición que comenzó en el chalet histórico”, expresó Cataldi, reflejando la preocupación que inunda a los residentes.
Este chalet forma parte de los cien chalets originales que datan del loteo inicial de Parque Chas, un desarrollo urbanístico promovido por Vicente Chas, propietario original de estas tierras. De todos aquellos chalets, “este es el último chalet. El chalet estaba prácticamente igual que como estaba el original”, comentó Cataldi con notable nostalgia.
Una de las cuestiones que más sorprende es que el nuevo dueño del chalet decidió su compra con la intención de demolerlo. A pesar de estar en una zona clasificada como U-39, que no es un área de protección histórica pero que tiene “más restricciones, tiene supuestamente menos capacidad constructiva que en otros lugares de la ciudad”, la edificación enfrentó la amenaza directa de la piqueta. Asimismo, el nuevo propietario “todavía no tiene el proyecto de obra nueva aprobado”, acotó la vecina.
El proceso para conseguir una protección patrimonial no es sencillo, y este caso lo ilustra a la perfección. Existen diversos criterios para catalogar una propiedad como patrimonio, siendo uno de ellos el arquitectónico. El chalet en cuestión destaca por su estilo pintorrecista, un diseño arquitectónico singular que rara vez se encontraba en épocas pasadas. Además, el entorno urbanístico y el trazado único del barrio se suman a los elementos que abogan por su preservación.
Sin embargo, a pesar de la evidente necesidad de conservación, la Comisión Asesora de Asuntos Patrimoniales decidió “desestimar el valor patrimonial” del chalet, “sin publicar los fundamentos técnicos” de su decisión. Frente a esta nebulosa decisión, los vecinos, con la ayuda del abogado Jonathan Valdivieso del Observatorio del Derecho a la Ciudad, han interpuesto una demanda al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, exigiendo explicaciones y participación ciudadana en el proceso de protección patrimonial.
La controversia del chalet histórico va más allá de su demolición física y toca fibras sensibles respecto a la densificación y uso del suelo en la ciudad. La intención del nuevo propietario es “hacer en planta baja cinco locales y diez departamentos en la totalidad del lote”. Esta transformación choca de frente con la esencia misma del barrio, caracterizado por su baja densidad habitacional y un entorno residencial que sus vecinos consideran en peligro.
El reclamo se enfoca no solo en la “pérdida del patrimonio histórico de Parque Chas”, sino también en las implicancias de “la construcción descontrolada, la densificación sin sentido”, puntos que requieren una respuesta de las autoridades urbanísticas locales. Cataldi y sus vecinos insisten en que hacen falta inversiones en infraestructuras, más espacios verdes y una planificación urbana que contemple a los residentes actuales y futuros.
En ese contexto, la falta de información y comunicación pública sobre las regulaciones del Código Urbanístico daña el tejido social. Para la mayoría de los vecinos, este código sigue siendo un enigma, y es gracias a la “discusión que hacemos a pulmón por redes sociales, en nuestra Instagram es arroba, somos de Parque Chas”, que logran involucrar a cada vez más personas en su causa. La agrupación no solo busca la defensa del chalet, sino que se articula en una red más grande: la Interbarrial Buenos Aires, un colectivo de barrios movilizados por causas similares.
La batalla por la preservación de este chalet histórico es emblemática de la lucha más amplia contra la pérdida de identidad de los barrios tradicionales frente al avance de la urbanización descontrolada. En palabras de Cataldi, “estamos a la defensiva. En este momento estamos todos a la defensiva”, porque parece que deben enfrentarse no solo con los desarrolladores inmobiliarios, sino también con las autoridades que muchas veces priorizan el desarrollo económico sobre la conservación cultural.
La experiencia de Parque Chas resalta la importancia de la participación vecinal en las decisiones que afectan directamente el estilo de vida y el entorno urbano. Cataldi invita constantemente a sus vecinos a que “participen, vengan, así nos podemos turnar”, destacando la relevancia del esfuerzo comunitario. “Todos aportan desde el lugar que pueden y es importante y todos sumamos”, subrayó.
Por ahora, el destino del último chalet de Parque Chas pende de un hilo, aunque la determinación de sus vecinos ofrece una lección vital: la protección y valorización del patrimonio urbano no es solo una cuestión estética o nostálgica, sino un acto esencial de resistencia cultural y cohesión social. Esperan que su lucha inspire a otras comunidades a levantarse y proteger sus propios rincones históricos, antes de que sea demasiado tarde.
En una época en que las ciudades crecen y cambian a un ritmo avasallador, historias como la de Parque Chas son necesarias recordatorias de que dentro del asfalto y el concreto hay voces que claman por una planificación responsable y respetuosa con el pasado, al servicio de un futuro donde la identidad local no sea sacrificada en nombre de un desarrollo insostenible.