Los miércoles en Buenos Aires se han transformado en un símbolo de resistencia. Desde hace al menos tres décadas, los jubilados y jubiladas se congregan frente al Congreso de la Nación para visibilizar su lucha por una vida digna en sus años de retiro. Esta tradición, nacida de la necesidad y llevada adelante con el coraje que caracteriza a nuestros mayores, se enfrenta a la sombra constante de la represión.
“Algo sumamente injusto para con quienes dejaron la vida laburando en este país,” resuena con fuerza. En momentos de crisis y de promesas incumplidas, en una nación que se beneficia de la infraestructura construida por generaciones anteriores, los jubilados siguen alzando su voz. Durante algunos periodos, como en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, la situación fue “un poco mejor, no todo lo que se quisiera,” pero siempre hay más pendientes.
Sin embargo, la marcha de este miércoles parece prometer ser distinta. Lo que comenzó con un solo “hincha de Chacarita con la camiseta, jubilado él,” aparentemente ha prendido una chispa inesperada en el fervor popular. Las hinchadas de fútbol, tradicionalmente vistas como elementos pasionales y a veces conflictivos del entramado social argentino, han anunciado su apoyo a los jubilados. A través de flyers y videos en redes sociales, diferentes clubes han manifestado su intención de “bancar a los jubilados.”
Este movimiento ha sido percibido por algunos con sospecha. “No vaya a ser cosa que esta supuesta participación de hinchadas esté armada,” se advierte, sugiriendo que podría tratarse de una estrategia del propio gobierno para justificar futuras medidas represivas. Estas especulaciones no carecen de fundamento, especialmente tras la intervención de Patricia Bullrich, quien advirtió que aquellos “quienes generen disturbios no podrán entrar a las canchas.” El reconocimiento facial en los estadios facilitaría esta medida, convirtiendo las manifestaciones políticas en potenciales armas en contra de quienes participan.
El apoyo a los jubilados no es un fenómeno nuevo. A lo largo de los años, “la CTA autónoma, la de los trabajadores,” así como Barrios de Pie, el MAS, el MST, y diferentes “asambleas populares, partidos políticos, agrupaciones políticas, sociales” han estado presentes. Sin embargo, el involucramiento de las hinchadas de fútbol añade una nueva dimensión a este escenario.
Es notoria la contradicción entre la misión declarada de las fuerzas de seguridad, “que se autodenominan de seguridad y dicen estar al servicio de la comunidad,” y sus acciones recurrentes contra aquellos a quienes deberían proteger. Al referirse a ellos como “un montón de cobardes uniformados,” se establece claramente una línea de desacuerdo con quienes ven en los jubilados no una amenaza, sino una llamada a la justicia.
Mientras el relato mediático se construye y las distintas fuerzas sociales se reagrupan, la importancia de no olvidar las causas que llevan a estas movilizaciones no debe ser subestimada. “La pelota no se mancha,” aclara la resistencia popular, evocando aquella famosa frase de Maradona en otro contexto, pero aplicable aquí para resaltar la valentía frente a la represión.
Las demandas de estos miércoles de lucha son, en definitiva, un recordatorio persistente de que aquellos que han trabajado toda su vida merecen mucho más que la incertidumbre económica y el olvido social. Es por eso que el llamamiento es claro: “Acompañémoslo siempre. No un solo miércoles.” De este modo, se subraya la importancia de un compromiso continuado con la justicia social que va más allá de lo meramente circunstancial o episódico.
La jornada de este miércoles promete ser un capítulo más en una larga historia de luchas por venir, con el Congreso de la Nación una vez más como testigo de un reclamo colectivo que busca romper el silencio impuesto por la indiferencia y la violencia sistémica. A medida que se desarrollen los acontecimientos, quedará en manos de todos escribir el futuro de este importante movimiento.
