Un recorrido por las calles porteñas puede contarnos muchas historias, pero pocas tan impresionantes como la de Kaloian Santos Cabrera, un fotógrafo que se ha vuelto un símbolo de resistencia y valentía en tiempos de represión. Su trabajo no solo ha sido crucial para desenmascarar al gendarme responsable de un atentado contra un colega fotógrafo, sino que también ha reflejado las tensiones políticas y sociales de nuestro tiempo. En plena cobertura, Kaloian reveló: “Mira, ahora cuando estoy caminando por Avenida de Mayo, ya cerraron todo… es tremendo”. La realidad de un desierto urbano creado por las fuerzas de seguridad, ante la presión de un pueblo que reclama justicia, es palpable en sus palabras.
La noche del incidente, Kaloian capturó imágenes que, sin saberlo en ese momento, serían piezas claves en el rompecabezas de lo sucedido. “Cuando empiezo a hacer la fotografía… yo en ese momento sentí miedo”, confesó, recordando aquel instante decisivo. Su valentía no solo está en haber tomado esas fotos bajo presión, sino en haber enfrentado el temor para seguir adelante con su misión de documentar la verdad.
El trabajo de Kaloian y sus colegas fue fundamental. “Vuelvo a lo mismo, sin saber que era ese, era un tipo que estaba disparando”, explicó al hablar sobre cómo su fotografía ayudó a identificar al responsable del ataque. En sus manos no estaban solo una cámara y un disparador; estaban las herramientas para luchar por la justicia en un contexto de impunidad.
La represión que se vive en las manifestaciones ha sido un punto de discusión recurrente entre los profesionales de prensa. Kaloian destaca el patrón de violencia que parece estar dirigido especialmente hacia los comunicadores. “Este ensañamiento contra la prensa… ¿cómo lo ves, marcha a marcha?”, se le preguntó. Su respuesta refleja la preocupación de muchos: estos actos no son solo contra los manifestantes sino específicamente contra aquellos que pueden contar su historia al mundo.
Uno de los aspectos más alarmantes es la marcada impunidad con la que se manejan ciertas figuras públicas. “Es evidente que no está capacitada para el lugar donde está”, afirmó Kaloian al opinar sobre la ministra de seguridad y su papel en los eventos de represión. Sus palabras capturan la frustración de muchos que ven cómo las autoridades fallan en proteger a los ciudadanos y, en cambio, niegan los hechos incluso cuando las evidencias son claras y contundentes.
Las imágenes capturadas por Kaloian no son solo fotos; son documentos históricos que exponen las injusticias del presente. Cuando él señala que “se pudo determinar que era él [el gendarme]”, está reafirmando el poder de la fotografía no solo como arte sino como una herramienta vital para la justicia. Y pese a los riesgos diarios, sigue adelante con su labor.
La historia también nos recuerda a los otros involucrados, como Pablo Grillo, el reportero gráfico que aún lucha por su vida tras el ataque. Kaloian mencionó: “Me pega muy mal, porque había tenido miedo, porque había pasado eso… se estaba debatiendo entre la vida y la muerte”. La empatía y el sentido de comunidad que une a estos profesionales va más allá de sus cámaras; es una red de apoyo mutuo que se fortalece en la adversidad.
En la encrucijada de represión y resistencia, el periodismo gráfico en Argentina se encuentra en una batalla constante por revelar verdades incómodas. “Hay algo que venimos conversando entre colegas”, dice Caloian sobre la solidaridad y la estrategia colectiva que los une frente a las amenazas.
El legado de estas fotografías y la valentía de quienes las toman, como Kaloian Santos Cabrera, son un recordatorio poderoso de la importancia de la documentación en momentos de crisis. A medida que continuamos enfrentándonos a desafíos cada vez mayores en el ámbito social y político, la labor de los fotoperiodistas sigue siendo esencial para garantizar que las verdades ocultas no permanezcan en la sombra.
Como lectores y ciudadanos, nos queda la tarea de apoyar y proteger a aquellos que arriesgan tanto para traernos estos fragmentos de realidad. Con un ojo vigilante y un lente en la mano, fotógrafos como Kaloian siguen siendo faros de verdad en tiempos de oscuridad.