Crisis en los Comedores Comunitarios de Buenos Aires: Una “Política de Espejo” que Afecta a los Más Vulnerables

Crisis en los Comedores Comunitarios de Buenos Aires: Una “Política de Espejo” que Afecta a los Más Vulnerables

Los comedores comunitarios nacen como “una forma de organización colectiva desde abajo”, diseñados para “capear la emergencia del hambre” en diversas localidades, tanto de la ciudad como del país. Son, en esencia, un signo de resistencia que continúa desempeñando un papel crucial. Sin embargo, según Armando, estos espacios enfrentan hoy una “situación crítica”.

La Doble Modalidad de los Comedores

En la Ciudad de Buenos Aires, los comedores comunitarios operan bajo el programa “Grupos Comunitarios”, con más de 30 años de antigüedad. Dentro de este esquema, existen dos modalidades: la primera, que recibe “un subsidio o dos subvenciones al año” para aspectos básicos como la compra de garrafas y utensilios; y la segunda, denominada “Asistido”, que en su mayoría pertenece a la organización que Armando representa. Esta última modalidad es particularmente preocupante ya que “no recibe ningún tipo de subsidio, ni ayuda, ni con el gas, ni con la limpieza”.

Con un mismo menú y un control estricto, ambas modalidades enfrentan un exhaustivo y cada vez más intensivo proceso de auditorías. “Este control es desde siempre”, señala Armando, subrayando cómo estas auditorías han “incrementado de manera ridícula en algunos de los casos”.

“Política de Espejo” y Ajustes

Armando describe la situación como una “Política de Espejo”, refiriéndose al ajuste en lugares donde, idealmente, debería haber un fortalecimiento. Esto es evidente cuando se ven “suspensiones de comedores, ya sea por cualquier excusa”, y se hacen exigencias como la de entregar un listado de beneficiarios cada mes en lugar de cada cuatro meses.

Esta intensificación del control y sus políticas asociadas son especialmente alarmantes dadas las recientes declaraciones de algunos políticos que consideran a los comedores como “fantasma” o parte de un sistema corrupto. Dichas afirmaciones, según Armando, contribuyen a la estigmatización de estos indispensables espacios, resultando en una percepción errónea por parte del público general.

La Lucha por la Organización Popular

Más allá de los platos de comida, los comedores comunitarios en Buenos Aires son verdaderos centros de actividad comunitaria. Funcionan como “centros de organización popular” que albergan asambleas, bachilleratos populares, y otros espacios educativos. Armando resalta que “atacar a esos lugares también es atacar la vida política de las comunidades”.

Ante la gravedad del asunto, Armando insiste en la necesidad de visibilizar la problemática para impedir que esta política incorrecta pase desapercibida. “Llamamos a otros espacios comunitarios a reunirnos, a generar consensos”, expresa, subrayando que “no podemos dejar que nos pase, como nos pasó a nivel nacional”.

Consecuencias en los Barrios

Los efectos del ajuste ya se sienten profundamente en los barrios de Buenos Aires. Según Armando, “no alcanzan con los comedores”, lo que ha llevado a la organización de ollas populares para aquellos en situación más extrema, muchas veces personas sin hogar o “en situación de pasillo”, como él lo describe. Estas acciones son vitales en un contexto donde “estos espacios son un lugar de ayuda, y un lugar de poder compartir con otro que no tiene un plato de comida”.

Estas medidas, que Armando califica como de “crueldad”, obligan a las organizaciones barriales a suplir lo que el estado no proporciona, invirtiendo además “el erario público en justamente vigilar y castigar a los más humildes”.

Un Llamado a la Acción

Frente a esta realidad, Armando subraya la necesidad de que las organizaciones sociales y comunitarias se organicen para rechazar tales medidas. Hay una creciente movilización y el rechazo a las políticas del gobierno de la ciudad se está concretando “a través de notas” y reuniones periódicas.

El cierre de comedores por falta de recursos es una posibilidad tangible, lo cual resalta la urgencia de la situación. Armando concluye expresando su preocupación por la vasta cantidad de información que el gobierno recolecta sobre los beneficiarios de estos comedores, cuestionando el propósito detrás de tal acopio de datos.

En resumen, los comedores comunitarios de Buenos Aires están en una encrucijada. En palabras de Armando, “hay una necesidad cierta” de intervención inmediata y una revitalización de políticas que atiendan a fortalecer, y no reducir, el apoyo a estos espacios cruciales. Con esfuerzos concertados tanto dentro como fuera de las organizaciones, todavía es posible revertir esta tendencia en la ciudad “más rica del país”. Es un llamado a la acción que no puede esperar más.