La trayectoria de un militante incansable que sucumbió bajo la violencia histórica del poder.
La historia de Facundo Molares es la de un guerrero decidido, un hombre que dedicó su existencia a luchar contra las injusticias. Desde una temprana edad, Molares fue un nombre que resonó en diferentes frentes de combate, tanto físicos como ideológicos, en una constante pugna por la equidad que terminó abruptamente tras un brutal operativo policial en Argentina. A través de una voz cercana y reflexiva, queremos compartir su vida y su legado, analizando detales reveladores y testimonios de quienes lo conocieron de cerca.
Facundo Molares hizo su primera incursión en la militancia a la edad de 15 años, uniéndose al Partido Comunista en Argentina. Su participación en el Argentinazo en 2001 marcó una etapa inicial en su vida como activista. Sin embargo, su vocación lo llevó más allá de las fronteras argentinas, trasladándose a Colombia, donde integró la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), en la que “combatió contra los paramilitares colombianos y el ejército”. Molares se mantuvo comprometido con esta organización durante 15 años, hasta la firma del proceso de paz, con el cual no concordaba, y por ello regresó a Argentina.
De vuelta a su patria, Molares comenzó a desempeñarse como fotorreportero para la revista Centenario. Fue en esta nueva etapa que decidió cubrir el golpe de Estado en Bolivia, lo que le costó ser detenido y herido de gravedad. Sobre la magnitud de sus heridas, se relata que “sobrevive a más de 20 días en coma”, y más tarde fue encarcelado durante un año en el penal de Sonsoporo, hasta que sus compañeros lograron liberarlo. Sin embargo, el regreso a Argentina no lo libró de nuevas amenazas.
La represión lo persiguió hasta su último aliento, con la Interpol emitiendo una alerta roja en su contra, buscando extraditarlo a Colombia para enfrentar juicio por su participación en la FARC. Pasó nuevamente otro año en prisión hasta su liberación. Facundo Molares volvió a asumir el riesgo de la militancia, combatiendo lo que consideraba la impunidad y la injusticia omnipresente en las sociedades latinoamericanas.
Tristemente, Molares encontró su final en las calles que tanto defendió. Su muerte levantó sospechas entre sus compañeros y amigos, convirtiéndose en un símbolo de la represión hacia aquellos que persiguen una transformación social. Renata, una compañera cercana de Facundo, expresa que “en política las casualidades no existen”, sugiriendo que su asesinato fue un acto premeditado más que un incidente fortuito.
El asesinato ocurrió en un contexto de represión desmesurada por parte de las fuerzas del orden, que utilizaron procedimientos exageradamente violentos y “totalmente desproporcionada y cobarde para con un pueblo desarmado”. La misma Renata narró cómo “Facundo, fíjate, estos tipos te están sacando fotos por todos lados, te están filmando”, una clara evidencia de que no se trató de una decisión al azar, sino de una ejecución bien planificada.
De hecho, varios elementos indican que su muerte estaba predestinada a ocurrir en ese momento y lugar específicos: “Lo que tardó la ambulancia, lo que tardaron en actuar ellos, el jefe del SAME saliendo a decir inmediatamente, hablar en primera persona como si hubiera sido testigo cuando nunca estuvo ahí”. Este entramado de circunstancias convierte a su deceso en un símbolo poderoso contra la represión estatal y la injusticia social.
Para los que lo conocieron, Facundo no fue solamente un activista; fue “producto de lo mejor que América Latina puede parir”. Su lucha fue global, no confinada a un solo territorio, como lo demuestra la solidaridad internacional reflejada en las manifestaciones en países como México, El Salvador, el País Vasco, Chile, Bolivia y Paraguay tras su muerte.
La batalla por la justicia en su caso continúa a través de la organización que lleva su nombre. Sin embargo, este camino no es fácil, como lo manifiesta Renata al declarar que “hasta el momento no podemos acceder siquiera al expediente. No acusan recibo de recibirnos como querellantes en la causa”. Este obstruccionismo judicial retrasa la resolución del caso, impidiendo incluso que los cercanos a Molares puedan velarlo adecuadamente y obtener una segunda autopsia que esclarezca las verdaderas causas de su muerte.
El combate de Molares trasciende su propia existencia, convirtiéndose en un legado de lucha permanente. Su historia resuena no solo en Argentina, sino en toda América Latina, como un llamado constante a no rendirse ante las fuerzas que buscan perpetuar la desigualdad y la opresión. Su figura ahora es emblemática de una lucha global, y su nombre ha sido adoptado por su organización en un último homenaje a su vida dedicada a la causa justa de los pobres.
A pesar de que Facundo ya no está físicamente presente para liderar la marcha hacia la justicia, su memoria impulsa a aquellos que quedaron atrás a continuar su labor, desafiando las barreras y las represalias que siempre han sido parte del camino de aquellos que luchan por un mundo más justo.