Arturo, un simple inquilino en la ciudad, jamás imaginó que su vida daría un vuelco tan drástico. Desde abril, su hogar se ha convertido en un campo de batalla, no solo contra las vibraciones y el ruido, sino contra un sistema que parece estar diseñado para proteger a las constructoras más que a sus propios ciudadanos. “A mí lo que me pasó es muy loco”, declara Arturo, evidenciando un modus operandi que afecta a miles de personas en la capital.
La historia de Arturo comienza con las “vibraciones, el ruido, la pinotea que crujía”. Aunque inicialmente pensó que estos eran problemas menores, pronto se dio cuenta de que la situación era más grave. El consuelo que aparentemente le ofrecían los responsables de la construcción resultó ser un espejismo. “Uno también tiene la barra tan baja que empieza como a aceptar esas cosas que en realidad no están bien”.
El Teatro de los Especialistas
El procedimiento de la constructora parecía transparente y profesional al principio, con especialistas de diversas disciplinas visitando su hogar día por medio. “Venían en patota de ocho o diez personas cada vez que venían”, recuerda Arturo. Sin embargo, sus promesas de solución se limitaron a afirmar que “todo iba a estar cubierto, que tienen una muy buena aseguradora y que todo iba a estar bien”, sin realmente tomar ninguna acción concreta.
Arturo se sintió engañado. Las visitas constantes y las promesas vacías no eran más que una táctica para tranquilizarlo y desviar su atención de la falta de soluciones reales. “Si yo me volvía un poquito loco, o me empezaba como a enojar, no enojar, pero como a poner nervioso por esta situación, venían y me calmaban”.
Complicidad en las Sombras
Quizás lo más revelador y perturbador fue el descubrimiento de que una de las personas que frecuentaba su hogar, quien Arturo creía que era un empleado de la constructora, resultó ser un inspector del gobierno. “Cuando te caen las fichas todas juntas en una situación? Bueno, me pasó todo el viernes el momento de la clausura”. Este descubrimiento le reveló la profundidad de la corrupción y la complicidad entre la constructora y los oficiales encargados de supervisarla. “Imagínate lo sucio que está toda esta situación”, lamenta Arturo.
La Revelación de la Farsa
La mediación fue el punto de inflexión para Arturo. “El responsable de seguros de la compañía, en conjunto con la aseguradora y demás, se me reía en la cara, se me sonreía y me decía que no iban a hacer absolutamente nada”. Este momento desgarrador le hizo entender que había estado luchando contra un sistema que nunca tuvo la intención de ayudarlo. “A mí me cayó la ficha el 10 de julio”, admite, reconociendo que había sido víctima de una táctica dilatoria destinada a agotar su paciencia y recursos.
El descaro llegó al punto de que, cuando Arturo llamó a los bomberos por una situación que claramente ponía en peligro su vida, ellos mismos quedaron impactados por las condiciones de su hogar. “Los bomberos, impresionados con la situación, de que aguanté tanto tiempo”, recuerda, haciendo hincapié en cómo incluso los servicios de emergencia se sorprenden ante la negligencia a la que fue sometido.
En un intento de ocultar la gravedad de la situación, la persona de guardia auxilio le dijo que no iba a hacer un acta formal porque “era engorroso”. Esto no fue más que un esfuerzo para seguir permitiendo a la constructora operar sin restricciones. Todo esto debido a un único objetivo: “Para que la medianera no se cayera justamente sobre la obra de ellos. Y justamente así poder seguir trabajando”.
La Fuerza de la Colectividad
A pesar de la adversidad, Arturo ha encontrado una fuente de apoyo en la colectividad. “Hoy a la mañana me contactaron una periodista del New York Times”, menciona, escalando la situación a una plataforma internacional. “Voy por todo”, afirma, decidido a transformar su lucha personal en un movimiento capaz de proteger a miles de vecinos. La consternación y el sufrimiento individual se han convertido en una cruzada colectiva. “Hay muchos medios internacionales interesados en empezar a contar estas situaciones”.
Arturo ahora se ve como una voz para los que no tienen voz. “5500 casas en este momento con peligro de derrumbe, solo en la capital federal”. Cada vez más, encuentra en la organización y la unión con otros afectados una fuerza imparable. “Como no tengo nada que perder, obviamente me puedo dar el lujo de luchar por los que sí tienen que perder”.
Cierre: El Futuro de la Lucha
Arturo concluye con una mención esperanzadora a su lucha y organización. “Yo quiero resolver esto ahora. Ahora, si ellos no quieren resolverlo, yo voy por todo”. Su determinación y fortaleza son ejemplos vívidos de cómo la adversidad puede transformarse en motor de cambio. “La única salida es colectiva y sobre todo con esta realidad”, subraya, recordando que en la unión de las voces afectadas está la verdadera fuerza para enfrentar a un sistema que parece estar diseñado para proteger a los poderosos a expensas del bienestar común.
Arturo no solo lucha por su hogar, sino por una ciudad más justa y segura para todos. “Voy por todo”, declara, y en su lucha no está solo. Cada grito, cada lágrima y cada acto de resistencia son un paso más hacia una ciudad que valore la vida y el bienestar de sus habitantes por encima de los intereses comerciales.