En una ciudad habitada por millones de argentinos, la pregunta sobre quiénes realmente dirigen nuestro destino no es menor. ¿Conocemos a esos líderes? ¿Qué intereses defienden? Este texto nos invita a reflexionar sobre el poder detrás de las decisiones que afectan nuestras vidas cotidianas.
En la Ciudad de Buenos Aires, como en otras regiones del país, la conducción política parece estar en manos de un grupo selecto que maneja los hilos del poder de manera opaca. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? No es común que los ciudadanos conozcan a fondo a aquellos que toman decisiones cruciales para el bienestar general.
División de poderes y la participación ciudadana
En nuestra democracia, el pueblo delibera y gobierna a través de sus representantes elegidos periódicamente. Sin embargo, la distancia entre estos representantes y los representados parece cada vez mayor. En el panorama nacional, muchos se reparten cargos mientras el ciudadano medio solo tiene el derecho de votar cada dos o cuatro años. Entre tanto, los jueces —designados por un sistema que parece responder más al “Dios Mercado” que al interés popular— se mantienen en sus cargos casi de por vida, inamovibles en sus tronos de madera noble.
A veces, cuando el poder político osa cuestionarlos, las represalias pueden ser drásticas: desde intentos de descrédito en los medios hasta amenazas más serias. El poder mediático también entra en juego aquí, funcionando como arma de destrucción silenciosa y efectiva, moldeando la percepción pública a largo plazo.
La ciudad invivible
En Buenos Aires, la gestión actual, encabezada por Jorge Macri y su equipo, parece centrada en realizar negocios a costa del bienestar ciudadano. La reforma del transporte público y la normativa constructiva, entre otras medidas, parecen favorecer siempre a unos pocos. Se promueven beneficios a precios de “regalo” para amigos y aliados, moldeando las leyes y regulaciones para facilitar estos procesos.
Al mismo tiempo, se construye una “Dubai porteña” en zonas como Puerto Madero, dejando atrás otras áreas menos favorecidas: los esfuerzos de pavimentación y las medidas contra la inundación son solo paños fríos. Mientras tanto, la ciudad se vuelve cada vez más cara e inaccesible para la mayoría, expulsando a los menos afortunados y dificultando la realización de proyectos personales.
La narrativa oficial versus la realidad
Según la narrativa oficial, la ciudad se está embelleciendo y volviendo más segura. No obstante, la experiencia diaria de los porteños parece contar una historia completamente diferente: una ciudad cada vez más invivible, donde construir cualquier sueño se vuelve una hazaña casi imposible.
Es crucial que la ciudadanía no pierda la memoria y se mantenga alerta. En este contexto, la participación y el compromiso ciudadano son más necesarios que nunca para garantizar que las decisiones políticas respondan realmente al interés común y no solo a los intereses de unos pocos.